Con diez años cursaba estudios primarios en el colegio mixto y público Virgen de las Nieves, en Las Gabias, un pueblo de la vega granadina. Digo mixto porque aceptaba niños, niñas y porque había dos patios para dos recreos: el masculino y el femenino. No compartíamos juegos, sólo clases. A la hora de la comida sucedía lo mismo; antílopes en su Gorongoro y gacelas en su Serengueti.
Tenía tres profesores. Uno para historia, geografía y religión: Don Serafín. Otro para matemáticas y ciencias varias: Don Rafael. Y otro para lengua española y lengua francesa: Don Francisco. Mis primeros pinitos en el país del queso oliente fueron con este último. La primera vez que tuve conocimiento de un burro y su dueño que escribía sobre los dos y por los dos, también fue gracias a él. Aunque no son conocimientos con causa literaria lo único que le debo a este profesor. No. Le debo otras causas, o los motivos que acuñaron algunos de mis miedos aún imberbes. Y más cosas, otras cosas…
Don Francisco era un profesor de la vieja escuela, de la vieja guardia y del viejo sistema político. Supongo no estaba muy conforme con la nueva situación educacional y los cambios que desestructuraron la enseñanza y la doctrina que a él había acunado. Fue el más severo de los profesores que me han tocado en suerte, o en desgracia, según se mire… y según quiera un servidor recordar. Pero esta vez es una mezcla de azares, una amalgama de sensaciones encontradas, una ambivalencia tan dura como pura la que me lleva a narrar esta historia.
Porque lo peor que le puede pasar a un maestro severo es encontrarse con un niño cabrón y con pocas ganas de estudiar. Así que día tras día sólo buscaba camaradas becerriles para juegos y otras batallas, no compañeros estudiantiles para aprender lengua extranjera, y mejorar la nuestra. Mis derroteros me convertían en carne de cañón, situándome en el punto de mira del profesorado. Todos los niños temían a Don Francisco. Yo, claro, no era una excepción. Quizás le temiese más que a ningún otro y más que a nadie. Pero no podía frenar las incursiones en los campos de juego minados de travesuras, dando rienda suelta a mi imaginación galopante y tan indócil como el hontanar del que brotaba.
Un viernes por la mañana amaneció nublado. Muy nublado en la calle y muy tormentoso en mi cabeza. Recuerdo con precisos detalles la hora del desayuno. Recuerdo a mi abuela insistiendo en que me acabara el tazón de leche y mi empeño en ennegrecerla con una sobredosis de colacao. Recuerdo estar esperando el transporte escolar y contemplar ese sol vencido por el invierno bañar la vega nazarí. Recuerdo Sierra Nevada, con sus hijos Veleta y Mulhacén, vestidos con las primeras nieves. Recuerdo, mientras escribo, o escribo mientras voy recordando, la hilera de aves posadas en el tendido eléctrico a la espera de otras compañeras para viajar a países con más calores y colores. Recuerdo ese día en especial, porque nunca he dejado de habitarlo. Muchas de mis horas presentes nacen ahí… y mueren cuando me topo con los puntos finales en las páginas que leo, cuando se baja el telón en los interludios de mi vida o cuando a ras de suelo, vuelo hacia mi pretérito a lomos de las canciones que gobiernan mis emociones.
Ese día subí al autocar aterido de frío, buscando calor en el fragor de la batalla y los juegos con el resto de mis compañeros. El “Virgen de las Nieves” distaba poco más de dos kilómetros. A las nueve menos diez ya estábamos formados en fila de a uno para ir entrando en el edificio. Pocos minutos después accedí al aula que más me enseñó, o que más me marcó durante una época, una época extensible hasta hoy. Porque de lo contrario no entiendo que lleve días pensando en la teta y el profesor. Porque la teta fue el premio que obtuve a cambio del castigo al que mi mala cabeza me condujo aquel día que amaneció hibernal, convergió en infernal y acabó en recompensa…
Jugaba en clase y fuera de clase. Como yo, eran muchos los que no seguían las explicaciones sin saber con quién nos la jugábamos en lengua española… Platero pacía plácidamente en las dehesas literarias de Juan Ramón, mientras que nosotros, más borricos que su personaje, pacíamos cual jauría indómita, poniendo a prueba la mala uva, la frágil paciencia del profesor que nos tenía ojeriza. O que me tenía… porque casi siempre recibía yo. No fue una excepción ese día. Y cuánto me alegro.
La pimienta molida descansaba en la palma de mi mano. Y la palma de mi mano, torpe como pocas, recibió mi aliento y mi fuerza. El polvo negro, ceniza cegadora… se posó sobre la vista de un compañero nublándosela. Todo el mundo mundial de la clase vio que había sido Mario. Y no hallé escapatoria ni compañeros que intercedieran por mí. Tampoco lo hubieran hecho con aquel profesor… No éramos valientes, ni valía la pena serlo… pues a cambio, las sacudidas correctoras que arreaba, cuando te sacaba al pasillo, no eran, precisamente, un premio al mal comportamiento.
En la galería; Don Francisco y yo. Yo, muerto de miedo. Él, iracundo. Yo, gimoteando, pensando lo que me esperaba. Él, susurrándome lo que me acontecería.
- Mira niñato, estoy harto de tu comportamiento- Dijo mientras me cogía del cuello, y me lanzaba contra su cara.
Enmudecí. Sabía que además de la lluvia de estrellas que tanto disfrutaba en las noches estivales, existía la lluvia de hostias como panes que repartían en época invernal.
Puedo decir que a mí las cosas me pillaron por los pelos. Vamos, al cabo de pocos años no había profesor que pudiera tocar a un niño. Y ese niño, llegado el momento, tampoco haría el servicio militar. Yo sí lo hice, siendo el mío el último reemplazo obligatorio. Seguro: la vida me ha usado de conejillo en su laboratorio de productos alquímicos. Pero eso es otra historia, o muchas… Volemos ahora, recuerdo mediante, a ese pasillo…
Temblaba como una hoja a punto de abandonar el árbol de la vida… adivinaba ese bofetón que me haría temblar la edad.
- Si vuelvo a sacarte al pasillo, te voy a dar de hostias hasta en el DNI.
Y sí, fue cierto… recibí hostias como para varios carnés de identidad. Creo que en la foto de mi primer documento oficial, la palma abierta franciscana sombreaba mi sonrisa.
Sólo hablaba él. Y sólo enmudecía yo.
- Mira, cuando termine la clase, te quedarás limpiando el aula, barriendo pasillos y recogiendo las hojas del patio. Cuando acabes, te llevaré en coche y hablaré con tus padres –añadió-
Mi condena concluyó a las siete de la tarde. La clase como una patena, el pasillo reluciente, el patio, estepario.
Cuando cumplí con mis trabajos forzados, fui hasta la sala del profesorado y se lo comuniqué… Sin levantar la vista del libro me comentó que muy bien, que ya sabía a lo que atenerme en días venideros. Que el curso era muy extenso, el invierno se preveía muy crudo y sus manos eran tan diestras como largas. Lo entendí perfectamente, más que ninguna otra de sus magistrales clases.
En su coche me senté en el asiento del acompañante, mientras él acomodaba sus armas de profesor en los asientos traseros. Entonces me anunció que iba a apagar luces, a cerrar la puerta de su despacho y que le esperase, que no tardaba más de cinco minutos. Maldijo por lo bajini, y salió dando un portazo. Al hacerlo, la guantera que había a la altura de mis rodillas se desencajó. Me quedé mirando el interior. Una teta sostenida por una mano. Una mujer desnuda mostraba sus pechos en la primera página de una de las revistas emergentes que plantaban cara a la sociedad sembrando desnudos en sus portadas y recogiendo tempestades religiosas y políticas. Eso lo supe años más tarde. Ese día, a esa hora vespertina, cuando el sol se escondía tras la sierra, amanecía en mi interior. Ojeé nervioso la portada. No le quitaba ojo a la teta desabrigada y ofertada. Esas manos, de uñas decoradas con vivos colores, esa mirada inquisidora, anclada en mí… esos pechos llamando a las puertas de mi pre adolescencia. Me sentí crecer de golpe. El peor castigo se había convertido en el premio jamás soñado. Ahí estaba esa diosa invitándome a leerla. Y la leí hasta memorizarla… Don Francisco emergió entre las sombras y se sentó a mi lado. Sin saber cómo, dejé todo en su sitio. El cofre con mi tesoro, bien enterrado.
A las siete mi padre sustituyó al profesor. Y me dio para el pelo… me dijo que no tenía remedio… que era lo peor y etecés. Le prometí, con los dedos del alma en cruz, que me portaría bien, que lo haría mejor, que, de verdad, todo iba a cambiar. Y cambió. Porque las cosas cuando se tuercen, se pueden torcer más, mucho más.
El sábado transcurrió entre una película de indios malos malísimos y vaqueros buenos buenísimos, una misa y una cena en casa de mis tíos. No recuerdo si los indios presentaron una ardua batalla o si fueron los del séptimo de caballería los que perecieron con las botas puestas mientras maldecían a Toro Sentado y al resto de la familia de roja piel. No acierto a recordar si en la misa, la carta de San Pablo estaba dirigida a esos corintios que nunca he sabido ubicar en un mapa. Tampoco sé en qué consistió la cena, ni cuantos troncos crepitaron llenando de luz calórica las últimas conversaciones del día. No recuerdo el contenido, sí el continente. Pero sin embargo, las tetas de esa mujer, la portada de esa revista, la reivindicación de mi sexo, aún me emocionan a día de hoy, en esta hora, mientras deslizo los dedos por el teclado del portátil.
El lunes siguiente subí en estado catatónico al autobús. Aturdido, pensaba en mi pecaminoso descubrimiento. Dilucidaba si confiar el secreto a alguno de mis amigos o guardarlo para mí. Pensaba cómo conseguir esa revista, cómo hacerla mía, cómo tener esos pechos turgentes en mi mesita de noche, junto a los libros de terror, de los que mi hermano disfrutaba y a mí me aterraban. Urdí un plan. Si todo salía a pedir de teta, cometería mi primer hurto. El maestro no denunciaría su desaparición, pues en esos años nadie alardeaba la tenencia de material erótico. Esto último pude pensar, o no. Quizás simplemente, una vez despierto mi perfil erótico, el delictivo esperaba turno en la sala de espera.
Y en ésas estaba cuando dos filas delante de mí, un niño lanzó una bola de papel a su niña preferida. Quería llamar la atención. Que se volviera, según me contó después, para verle la cara… Él perseguía una cara y yo pretendía unos bustos con los que complacer mi infancia rebelde. Don Francisco se volvió justo a tiempo para ver la trayectoria que seguía el meteorito del amor. Observó, impertérrito, cómo la bola de papel lanzada por un Cupido mal del ala se estrellaba contra la nuca de Nancy. Se le descompuso la cara al profesor. Y acto seguido, su voz tronó reclamando de quién era aquel proyectil papirofléxico.
Sin vacilar, levanté la mano tan alto y con tanta determinación que casi sale disparada de mi cuerpo.
- Yo, don Francisco. Y silencié.
Mi voz no albergaba duda. Así que salvé a ese niño de una tremenda reprimenda. Yo, sin embargo, aún mantenía caliente mi castigo del viernes anterior. Y ya se sabe, castigo sobre castigo, y castigo uno. Y así fue como me convertí en un héroe para el resto de la clase, durante el resto de los días de ese curso que me marcó a tetas y hostias por los siglos de los siglos.
La sucesión de los hechos fue idéntica a la anterior… Era un chulito, era un niñato, era un bala perdía, era carne de cañón, era pasto del infortunio, era lo que no era nadie, visto lo visto. Algo debí decirle que lo ablandó y no plasmó su furia sobre el lienzo de mi cara. Lloré lo que no había llorado la vez anterior. Pero no sé si lloré de verdad o de mentira, de alegría o de pena. Y una vez superado el trance, me vi recogiendo hojas como un aspirador de otoños, alineando las mesas y las sillas de todas las clases a la velocidad de la luz. Entonces, me dirigí a su despacho.
- Don Francisco, ya he terminado –defendí con un hilo de voz casi inaudible-
Ocurrió lo previsto según la hoja de ruta delictiva: Me acompañó hasta su coche y después fue a cerrar puertas y secretos. Tenía que esperarle sin hacer ruido, sin tocar nada… A modo de abracadabra, abrí la puerta y la cerré con todo el acopio de fuerzas que fui capaz de reunir. El tremendo golpe hizo que la guantera saliera despedida, descuajaringándose, soltándose de su pequeña bisagra. Contra pronóstico, esta vez la cueva no escupió mi tesoro y sí una lista irrecordable de tesoros menores. De eso me di cuenta después, mientras el profesor profería insultos y me ascendía a los altares del Olimpo de la inutilidad y lindezas semejantes. Pero en ese momento, mi mirada atravesaba la negrura y mi mano buceaba el cofre. Ni rastro de esas manos ofreciendo comida a mis primerizas emociones eróticas. No había ninguna revista. Sólo un diestrísimo ABC, portador de las hostias informativas más grandes que jamás haya conocido este país. Observé aterrado mi destrozo, tras leer en la portada del rotativo que un obispo bautizaba en Madrid al nieto de no sé qué familia real. Pensé que mi carrera de súper héroe había tocado a su fin.
Que nada valía la pena, si no se conseguía, como poco, una teta que alimentara mi deseo y una luna que clareara mis noches de incipiente despertar…
He quedado prendida del texto. Trabajo me costó despegarme y destrenzarme de él.
ResponderEliminarLo he conseguido, aunque no te prometo no volver para liarme de nuevo...
Sensual y sugerente foto. Maravilloso y tierno relato.
Un saludo, Mario.
Con mis felicitaciones más sinceras.
Excelente,gráfico,tierno.
ResponderEliminarTan bien escrito, que daba pena que se terminara, tanta pena como la de encontrar al obispo, en vez de la ansiada teta.
Ha valido la pena esperar, tu taza de café y tu mirada a la vida.
Que la felicidad claree tus noches, y tus despertares, no tan incipientes.
Un abrazo,socio.Ha sido un placer volver leerte.
Estimado Mario:
ResponderEliminarHe comenzado a leer su relato y casi en forma inmediata me he detenido con admiración. Proferida la exclamación: "¡Pero este Mario es un profesional de las letras!" debí abocarme a la lectura en voz alta, ya que la curiosidad generada por mi exabrupto exigía ser satisfecha por la familia en su totalidad.
Ahora resulta que disfónico y aturdido por tan hermoso relato, no encuentro el camino para lograr expresar lo bueno, lo grandioso, lo querible de su relato.
He perdido una Fan y la ha ganado usted, pues puede que en casa ya no quieran leer más mis escritos y proclamen que debo aprender de usted el oficio del buen escritor. De aquél que sabe tocar las fibras más íntimas, el que maneja los recuerdos, la melancolía , la alegría y el humor, como si fueran amigos de toda la vida.
¿Necesita que le diga que lo admiro?
Así es.
Un abrazo socio.
que teta tan preciosa!
ResponderEliminarBueno, bueno, bueno,... ya sabemos donde nuestro escritor comenzó, empezó a soñar con lo prohibido, empezando por una teta... que bello es el sexo y más cuando se anhela y no se tiene...
ResponderEliminarComo marcó un antes y un después una travesura infantil que se convirtió en un descubrimiento vital, porque nos ha dado un relato maravilloso y seguramente si escribe como ........ un maravilloso amante (presumiblemente, jejee!!!)
Ya dijo algún sabio eso de que tiran más que dos carretas.
ResponderEliminarMuy bueno, como siempre.
Besos
El blanco, blanquísimo
ResponderEliminarde la carne ofrecida en un gesto,
que hace contraluz en el rojo encarnado
de la mente ahogada del latir de la sangre
y un niño que comprende en un solo trazo
que el deseo es consuelo y es eucaristía,
que todos los mortales se rasan a su paso
en un mismo destino.
y que las oportunidades las pintan calvas
y hay que tomarlas del pelo sin dudarlo,
porque luego suele ser el futuro perfecto
de nunca.
Pepe, la teta y la luna,
y el recuerdo de ese dolor de dentro y fuera
curativo y redentor hasta el placer.
Me quedo soplando un café
que está demasiado frío
de tanto no poder sacar los ojos de tus letras.
Un beso entre mesetas, montañas, valles
(y cúspides oscuras y mórbidas bañadas de saliva.)
Se me hace tan ameno leerte... No me canso y cuando acabo quiero más. Abracadabra, Mario dixit.
ResponderEliminarUn abrazo
Hoy he tenido dos afortunados encuentros (uno, a veces me ocurre, pero dos...), el acontecido en tu casa ha sido el segundo. Suelo visitar varios blogs diarios, creo que en busca de maestros; nada, casi todo paja, aunque terminan siendo buenos amigos, que como alternativa no está nada mal.
ResponderEliminarMientras te leía, pensaba, "¡Jesús, qué manera de escribir!". Don Francisco hizo un buen trabajo, ya me hubiese yo pedido la mitad de tus hostias.
Por cierto, mi profesor de lengua se llamaba Don Rafael, como el tuyo de matemáticas, y me dio clase en las Agustinas Recoletas, muy cerca del Virgen de las Nieves.
Toda una lección franciscana esta lectura.
Ya te vale, ahora comprendo de donde procede ese pequeño desviamiento psicosexual, también llamado trastorno tetacompulsivo, que padeces. Je, je, je.
ResponderEliminarEs reconfortante rebuscar en la memoria y retroceder en el pasado para poder recordar el ayer, ya sea bueno, malo o regular. Y con la que está cayendo hoy día, no sé si en este caso se pude aplicar la máxima “tiempos pasados fueron mejores”, porque la verdad es que te quedaste compuesto y sin teta, y eso, a esa edad, deja marca.
Nos vemos teta en mano… digo, café en mano; en qué estaría pensando.Y esta vez pago yo.
Me ha encantado.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Marío. he de agradecer tu paso por mi blog, pero realmente para mi ha sido una grata sorpresa pasar por este rincón tan estupendo, tienes un don para escribir, el relato m gusto mucho, hablas de lugares que yo conozco bien, es una tierra vecina, lugar para mi especial, Granada, Virgen de las nieves, muy agradable tus escritos..
ResponderEliminarPermiteme quedarme un poco más pues tiene este blog contenidos interesantes,
buenas tardes y saludos desde Almería..
María
Gracias, Mario, por dejar tu huella en mi blog.
ResponderEliminarMe ha encantado estar aquí, veo que escribes muy bien, ahora voy a ojear los anteriores posts.
Saludos.
sé q ya te lo he otras veces pero me repito ¡que bien escribes! y mira q bajo el cursor por la entrada y pienso "es largo" pero luego empiezo a leer y paaff resulta q era corto jeje
ResponderEliminar¡qué alegría q hayas vuelto por aquí! :D
por cierto, yo acabo de descubrir a pablo moro y estoy enganchadisima, ya lo conocías tú?? hombree marío recomiendame estas cosas!! jjeje :D
un abrazo!
Estimado Mario:
ResponderEliminarDeje ya de tomarnos el pelo. Sabemos que se esconde tras unos apellidos falsos y que ya está eligiendo corbata para recibir el próximo día 10 de Diciembre, en el Auditorio de Estocolmo, de manos del rey de Suecia, un cheque por valor de 10 millones de coronas suecas...
P.D.- aunque tal vez usted, de las suecas, elegiría otra cosa...
Me que quedado fascinada con tu relato, con tu descripción de la "vieja escuela" desde los ojos de ese niño que, por serlo, juega a ser mayor. Algunas cosas han cambiado, afortunadamente, como enseñar a través de la violencia, pero otras, las eseciales, siguen intactas. Estoy hablando de los deseos preadolescentes que tan maravillosamente nos has transmitido, con una nitidez asombrosa y con una prosa que da gusto leerla. Hay cosas que no cambian ni deben cambiar: como esos incontrolables deseos de explorar las regiones inhóspitas de lo que se siente (y de que manera a esas edades...)
ResponderEliminarMi felicitación, Mario. Tu relato me ha transportado a aquellos días donde en la definición de colegio mixto no se incluía ni el patio ni el comedor. Hipocresía del término. Niños víctimas de un fanatismo que se aferra en ver lo que un niño ni vislumbra. Excelente viaje a lomos de Platero hacia la torre de marfil de Juan Ramón Jiménez.
Un fuerte abrazo.
Todos hemos visto 'esa' teta maravillosa alguna vez. Felicitaciones. Un abrazo.
ResponderEliminarQué rato más bueno, joder. Sin café ni nada, pero bien bueno, de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo, Mario.
No deja de sorprenderme tu capacidad de filtrar tus recuerdos y convertirlos en literatura de altos vuelos. Un texto elegante y como han observado otros, difícil de abandonar. Por cierto, yo también siento algo especial frente a estas teclas cuando recuerdo cierta revista con cierta mujer en cierto solar abandonado. Esa mujer en papel satinado también desapareció sin dejar rastro días después pero aún la recuerdo con nostalgia. De ella conservo hasta el nombre falso de guerra: Helga.
ResponderEliminarBueno, relato delicioso. Saludos.
Queridísimo Mario:
ResponderEliminarTú siempre me felicitas por sintetizar, pero yo te felicito por escribir en esta extención tan tremendamente bien. Eres bárbaro.
Tus textos, aunque esporádicos, me llenan de felicidad cuando llegan a la Blogósfera.
Muchísimas gracias por tus latidos en mi espacio. No sabes lo bonito que siento siempre que sé de ti.
¿Cómo va todo? ¿Qué dice la vida? ¿Usarás pronto las fotos de la India que te compartí? ¿Te gustaron?
Ya estuvo bueno de tanto interrogatorio, es verdad.
Siente un abrazo inmenso, lleno de cariño y luz para tu corazón.
¡Eres un sol!
Mariana.
*Extensión.
ResponderEliminarLeyéndote me arrepiento de haber sido una niña buena...
ResponderEliminarMe encantan los relatos que parece que se han escrito solos....eso es talento...me enganchaste con Matias y Katsumi...y por aqui sigo
ResponderEliminarTodo por una teta. Podría haber sido el título de este cuento. Cuántas cosas se hacen por una ilusión erótica, sacrificios que no se harían por otras cosas más tangibles, más nobles... pero por una teta... ¿quién no?
ResponderEliminarCambia teta por cualquier otro secreto deseo y vale también.
Maravilla de cuento.
Como maravillosas tus palabras que voy a bordar a punto de cruz y a colgarlas en la cabecera de mi cama, para no olvidarme de por qué vale la pena escribir.
Mil besos,
Anabel
Qué relato tan bueno. Ese pecho salvando toda la miseria que rodeaba al pobre muchacho. Lo erótico como salto, como vida.
ResponderEliminarSaludos.
Me ha encantado esta forma de describir aquel primer descubrimiento...Aii ese gran club: el de los que no callabamos ni dormidos, los que no parabamos quietos ni con castigos, los que un buen día cambiamos nuestra mirada infantil por una preadoslescente prelasciva.
ResponderEliminarMuchas gracias por transportarme a esa época, tuya, mía y de tantos.
Un saludo
.. es como con la caja de costura: recuerdos comunes, semejantes, que transportan a la niñéza muchos de los que lo leemos pero contados como sólo tú sabes hacerlo!! me encanta cuando escribes así! me has hecho recordar en las plantillas del mapa de la península (yo no tenía y hacía el mapa a mano. Quizá por eso aprendía algo a dibujar...). Anda que no he recogido yo también hojas del patio!!! creo que es el cástigo más universal y bonito del mundo mundial!! he recogido tantas hojas que estoy cansado de ello, por eso me vuelvo al sofá a ver mi tele y si con suerte e imagenio dan una españolada de esas que siempre se escapaba una teta de la Verdú!!!
ResponderEliminarEste texto me parece verlo pegado en los vagones de metro de Madrid - sí, en Madrid hay porciones de textos en toda la red de metro para avivar la curiosidad lectora o para esconder parches, no lo sé -. Firma Mario Castillo Ros.
ResponderEliminarEstá lejos esa familiaridad que consigues, esa construcción de rémora...
Un abrazo.
Bonito leer recuerdos de tu infancia. Me siento afortunada en parte de no haber pertenecido a esa generación. Pero también algo desgraciada de ser de ésta.
ResponderEliminarHe de darte las gracias por descubrirme a Luis Ramiro, con aquel Relocos y Recuerdos un buen día que me dio por hablar de historias de andenes. Ayer fui a verle a Libertad 8 por primera vez.
Un abrazo.
Quiero una crítica. De otro modo nunca llegaré a escribir bien. Te exijo una crítica. :)
ResponderEliminarOtro abrazo.
Un texto maravilloso, y esa canción que un día me regalaste... bella.
ResponderEliminarEstas cosas hacen que seas MUY interesante para mí.
Besazos y ya no te vayas.
Acabo de acabar "Plataforma" y vine a releer tu extracto del libro, daba por seguro que encontraría "Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida".
ResponderEliminarGracias por la recomendación.
La cueva del tesoro al alcace de la vista y sin ni siquiera pronunciar las palabras secretas.
ResponderEliminarMe he quedado enganchada en tus sensaciones infantiles tan pícaras como inocentes.
Un abrazo y no tardes mucho en volver a publicar, la espera se hace eterna.
Lisa
Hablamos poco pero cuando lo hacemos recomiendas cosas buenas, muy buenas. Pero de lo que nos recomiendas en tu blog solo me gustó el de Millás. El del novio y el de plataforma los quitaría de la lista por otros de los que nos has hablado y no sé porque te niegas a recomendarlos a tu público
ResponderEliminarSobre tu relato te contaré el domingo, porque es precioso. Venga cuéntanos más cosas.
buen fin de semana
Desde BCN y desde CC.. un abrazo
Atrapando estas letras...Lectura y café ( yo cortado, no solo como tú)...dos de los mejores placeres que nos brinda la vida...
ResponderEliminarUn saludete desde el mediterraneo, volvere a asomarme por aqui..
yo recuerdo aun...cuando una teta era una teta...y no una parte del cuerpo de la mujer sin mas importancia...
ResponderEliminarbuenisimo tu relato...
me has hecho sonreir...
:-)
un abrazo mario
Un inmenso placer encontrarte, gracias a mi amiga Noah de Paz y guerra, pero mucho más leerte
ResponderEliminarBesos
nela
Gracias por tu comentario en mi blog. Me ha traído hasta este relato tierno, duro y sentimental. Me has hecho pensar en algo que decía mi abuelo: "tiran más dos tetas que dos carretas". Parece que sí. Seguro que más tarde te resarciste de tanta tristeza;-)
ResponderEliminarUn placer conocer este espacio.
Por dios vendito y las siete plagas bíblicas, ha ido de un pelo de coñ… que no desaparezcas de la faz de la tierra.
ResponderEliminarLa vida orgánica es efímera, pero la virtual dura lo que un suspiro. ;)
A las barricadas camarrada, duro con ellos.
Haga los backups que sean necesarios amigo. Su obra no se puede perder por tanta confianza en la técnica.
ResponderEliminarUn abrazo
De verdad, de verdad, de verdad, me apasionan tus palabras! Entrar a este blog es encontrarse en otro escenario, viviendo otra vida pero sintiéndola como si fuera mía.
ResponderEliminarMuchas gracias por las palabras que me regalas en mi blog, y por no olvidarte de mi lugar para soñar.
Yo no me olvido de este lugar de palabras mágicas y hermosas, que siempre me llevan a viajar desde el sofá de mi casa :)
Un abrazo!
Hola mario, primero que nada me encanto leerte, lo que expresas en tu escrito me dejo con ganas de seguirte leyendo. No habia tenido tiempo de contestar tus post en mi blog, y de antemano te agradezco tus comentarios, es bueno saber que a alguien le gusta lo que escribo... Espero andarte leyendo por aca seguido.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarTe letras alcanzas niveles donde apremia educar las emociones...
ResponderEliminarPero yo prefiero sentirlas, así, sin educación alguna, libres como tu osadía.
Eres un genio que no lo sabe, y eso aún te hace mejor.
Beso
tUs relatos transportan.
ResponderEliminar¿Qué más se puede pedir a un escrito?
Siento mucho no comentar más a menudo. Mi mundillo de colores también se quiebra de vez en cuando.
Un abrazo para cuando vuelvas a otro proceso de creación!!
Me quito el sombrero
ResponderEliminarMe quito los sujetadores, pero sólo porqué me aprietan...
ResponderEliminarEn nada dejaré de seguir estos pasos, estoy convencida.
Ex-nada
Tienes asilo en mis letras, bien que lo sabes, y no solo en ellas.
ResponderEliminarMe encanta ser la lechuga de tus coles, el rincón donde puedes tomarte un café a gusto. Es más, mucho más de lo una siempre deseó conseguir con sus letras.
Dudo mucho que en este mundo que sobrevivimos exista algo parecido a la Navidad, pero te deseo que estas fechas que disfrazamos con luces y papeles de regalo te sean gratas, fructíferas y pacíficas. Como todo el resto del año que viene.
Pero, sobre todo, espero poder leerte y releerte en tus cuentos y en tus comentarios.
Un beso,
Anabel
¿Puedo dejarte un beso?...
ResponderEliminarMarío! llego un poco tarde... pero igual te deseo unas FELICES FIESTAS!! :D
ResponderEliminarhoy lo pensaba y... (vale que bloggisticamente jeje) pero nos conocemos desde hace ya más de un año!!!
que el 2011 siga trayendo letras bonitas a tu casa-blog y por supuesto, un año más que venga cargadito de música de esa que compartimos :P
un abrazo!
¡Que tengas una Navidad llena de luz y cariño, Mario adorado! Y que el 2011 sea un año lleno de éxito, amor y muchísimo aprendizaje.
ResponderEliminarMuchas, muchas gracias por siempre tocar mi corazón con tus palabras. Créeme que eres un ser maravilloso, que rebosa sensibilidad y eso siempre es de valorarse.
¡Te quiero mucho!
Revolucionariamente, Te Adoro.
ResponderEliminarCuando uno se siente viejo, siempre es agradable que le demuestren que no lo es. Y tus letras siempre fueron un buen recordatorio. Hacía siglos que no te leía. Gracias por hacerme sentir como el niñato que soy. Tiendo a olvidarlo.
ResponderEliminarSiempre un gusto leerte mario...
ResponderEliminarestupendo relato...
un abrazo
:-)
Muy bueno.
ResponderEliminarMe has devuelto a mi más tierna infancia. Escribí un post sobre eso hace tiempo, me ocurrió algo parecido. En mi caso fueron los corazonistas (el clero estaba que se salía en esa época). Me llevé hostias incontables en aras de una disciplina militar y de una educación de nivel, durante seis años de internado.
ResponderEliminarTambién tuve episodio erótico festivo con recortes de revistas que un amigo me pasó y que mientras mi vista se regodeaba en la soledad de mi prisión, fueron confiscadas por el cura vigía con el consabido castigo, responso y amenaza de expulsión.
Meses mas tarde, al entrar en su habitación a pedir permiso para salir a la calle volví a ver los recortes con señoras en paños menores o sin paños, en un armario entreabierto. Me dierton ganas de castigarlo, echarle un responso y amenazarlo de expulsión.
Un abrazo
Carlos
hola
ResponderEliminarMe he puesto a bucear entre tus letras y encuentro esta maravilla de texto, y encima, me trae recuerdos de mi niñez,de niña, viaje mucho a Granada, incluso pasé veranos enteros en casa de una tía que era de allí, mi abuelo era un enamorado de esta ciudad, y a parte, era un amante de la poesía, me llegó a recitar hasta la saciedad la poesía de José Zorrilla, (Oriental)La cual habla de Granada Y yo llegué a amarla también,y guardo su libro amarillento y lleno de papeles escritos por la mano de mi abuelo señalando sus poesías preferidas.
ResponderEliminarCuando en tu entrada describes Granada con esos detalles y ese cariño, me ha sonado a la poesía.
Me encantan tus recuerdos.
Feliz Domingo.
MEME
Ostres Mario, m’has fet entrar en diversos capítols de la meva vida. Aquella transició, de la qual a nosaltres ens va tocar viure-la amb les darreres perdigonades del postfranquisme. No sabíem que aquelles hòsties dels professors serien les últimes d’un segle que havia agitat l’Estat Espanyol.
ResponderEliminarI la “teta”, ufffff, la “teta”. Mare de Déu Senyor !!!. Aquelles revistes que il•luminaven els nostres ulls, com el millor tresor del món.
Val a dir, que el relat de la Granada (que encara he de visitar amb tu), amb les pinzellades de la tardor no tenen preu. Transmets, i això és el més important.
Un relat, senzillament, fantàstic.