agosto.
(Del lat. Augustus, renombre del emperador Octaviano).
1. m. Octavo mes del año. Tiene 31 días.
El mes de agosto ha desbancado a mi otoño contenedor de meses melancólicos como la mejor época del año. Durante los días augustos, las ciudades se quedan huérfanas, la gente corre despavorida a dejarse lamer por playas, a escalar montañas, a surcar valles y a descender ríos domados. Son treinta y un días en los que encuentras siempre un lugar donde aparcar el coche, y muchas barras vacantes donde estacionar las penas y la simiente de la saudade. Además, es durante este periodo cuando disfruto de los conciertos del maestro de la metáfora; cuando subo a lomos de su caballo de cartón, cuando pacto con él, cuando me cercioro que todas las noches son noches de boda y que todas las lunas son lunas de miel donde el quiero le gana la guerra al puedo, mientras los que matan mueren de miedo clamando que las mentiras parezcan mentiras de verdad.
Esta mañana dominical me he despertado a las ocho. Hacía rato que el día se había levantado dejando la cama sin hacer y los sueños arropados. Me esperaba en la puerta para acompañarme durante las horas siguientes. Conduciendo he llegado hasta la parte vieja. He estacionado sin darme cuenta, por pura inercia, pues mi cabeza bulle de historias. Es mientras manejo el volante cuando vivo inmerso en una especie de catarsis. Busco las fuerzas necesarias, el momento preciso para contar algo, para escribir sobre mucho. Quiero hablar con las palabras, ponernos de acuerdo y empezar a plasmar en los folios catódicos y apantallados lo que pugna por salir.
He tomado un café viendo cómo un hombre gobernada un portátil con conexión a internet. He visto a un niño acariciar un perro. Y he visto un niño, revoloteando en torno a sus padres, sin recibir ni una sola caricia. Los padres han tomado varios zumos de naranja, han departido ácidamente, han discutido en voz baja, han hablado gritando, han asustado al perro y al niño. Tras pagar la cuenta se han ido, sin paz y sin gloria, pero con un can feliz porque tenía al imberbe sobándole a base de bien. He observado a una morena con las uñas de los pies pintadas de color rosa. Una ninfa que ha tomado un bocadillo diminuto, que ha bebido un café con leche, que ha fumado y que ha hablado con su novio, con su marido, con su pareja, con lo que fuera que era la persona que amén de contemplar ese paisaje rosáceo iba a poder transitarlo al caer el sol. Me ha sonreído un par de veces, endulzando mi café y derritiendo los cubitos de las bebidas estivales de varias cafeterías a la redonda. He visto a un viejo pedir unas monedas. No he visto a nadie darle monedas a un viejo decrépito que solicitaba atención monetaria mientras ensuciaba canciones viejas. El niño lo ha mirado como se mira a un abuelo que no se quiere. El perro lo ha hociqueado como se hociquea a un intruso. Se ha ido triste, con la mendicidad a otra parte. He pensado que hay gente que no tiene dinero ni para ser pobre. He pedido un segundo café y me he concentrado en la lectura del último libro que me tiene atrapado: sesenta páginas devoradas sin desconcentrarme. Me he desconcentrado antes de adentrarme en la página sesenta y uno. Ha venido una chica tiñosa tocando la flauta. Con voz feliz se acercaba a los clientes y extendía una mano mendicante. Ha tenido más éxito que el anciano. Ha conseguido no sé cuánto. Le he dado el cambio porque hasta mi mesa ha llegado sin dejar de sonreír, de tocar, de oscilar su cuerpo ajado, mostrándome cinco dedos huesudos, resecos y negros. Si tuviera las tetas de la chica de las uñas rosas, le daría el doble más uno, y la matricularía en el conservatorio de la ciudad.
He abandonado la terraza cuando un sol invasivo e ineluctable me ha expulsado del paraíso observacional, dejando que lo advertido desde mi filantropía se hiciera un hueco en mi cabeza.
En el coche he intentado sintonizar, sin éxito, alguna emisora digna. He tenido que tirar de cedés. Nunca falla la música que se escoge para los viajes. Me ha emocionado Sabina, joder. Me han conmovido Andrés Suárez y Rafa Pons. Me he detenido en una canción de Ismael Serrano: Fragilidad. Fragilidad musical, supongo. La temperatura del coche ha descendido a veinte grados. Si hubiera algún representante de sanidad o tráfico sentado de copiloto, me insinuaría que eso es peligroso. Que lo razonable, por sano, sería subir un par de grados. No haría falta, sigo ardiendo por dentro. Ardo de fiebre emocional por culpa de los citados y sus vivencias musicadas.
He llegado, creo no saber cómo, hasta el aeropuerto. Aunque sé por qué. Me encanta sentarme en la cafetería de los aeropuertos, de las estaciones de trenes. Ahí, hasta en verano, es otoño. Templo estacional de despedidas y recibimientos. Me gusta llegar a las terminales y relajarme en la cafetería desde la que observo los que se van, los que se quedan, los que lloran de alegría, los que ríen por no llorar, los que abrazan, los que gastan sus últimos cartuchos buscando una reconciliación, los que se arrepienten y pierden un vuelo, los que no se arrepienten y pierden una vida, los que se quedan solos y los que esperan y miran el reloj para dejar de estarlo.
Cuando tenía dieciocho años me independicé. Vamos, mis padres por un lado y yo, por muchos lados. Los sitios me esperaban. Comencé a trabajar con facilidad gracias a la oferta que el verano generaba. Pero en invierno, tras engrosar la lista de desempleados, deambulaba buscando una oportunidad a la hora que todo el mundo hacía lo mismo que yo. Una masa ingente devorando cafés y estudiando los clasificados, anotando cifras en servilletas de papel. Todos compitiendo para llamar, para ofrecerse, para optar a una situación activa y abandonar las colas del instituto nacional de empleo. Hasta que me di cuenta que cuanto más temprano recolectara guarismos y letras, más posibilidades tendría de adelantarme a mis contrincantes por un puesto en algún restaurante, en algún almacén, en alguna bolsa laboral de hospitales, de correos, de algunos etcéteras administrativos. Fue así como conocí las cafeterías de las estaciones de trenes y autobuses. Así que si conseguía llamar antes que nadie, cruzaría la meta del trabajo antes que nadie, para descruzarla tras un periodo de prueba o la finalización de un contrato. Muchas madrugadas abortaba mis sueños, saltaba de la cama y llegaba hasta el edificio de RENFE. A las seis mis ojos ojeaban el periódico local; anotaba los números y esperaba a las nueve. Me acercaba a la cabina más cercana y empezaba mi romería hacia un incierto futuro profesional. Cuantiosas veces repetí la operación. Tantas, que me aficioné a mirar a las gentes que iban y venían. A contemplar los rostros dormidos en cuerpos despiertos, andantes.
En la terminal del aeropuerto Costa Brava he tomado un café. Aquí lo hacen buenísimo, creo que la razón estriba en la masiva circulación de turistas itálicos y a un italiano si no le haces bien un expreso te lía la de San Quintín, por lo menos. He consumido contemplando los lienzos frescos del comportamiento humano: He visto una pareja de jóvenes en el andén iniciático de su noviazgo. No han dejado de reír y de meterse mano hasta que por megafonía les han anunciado la puerta de embarque: la cuatro; destino Berlín. Una mujer madura en brazos de un teléfono reía y hablaba, pero reía mucho más… mientras lanzaba miradas centinelas hacia la mesa donde estaba su marido, en caso de serlo. Tenía los pezones encendidos. Seguro su amante le lanzaba obscenidades prometiéndole volver a hacerle esto, aquello y lo de más allá; lo tanto que recordaba su último encuentro en aquel lavabo. Sus pechos aguerridos la han delatado, pero sólo yo me he percatado. Creo. Después ha vuelto a su mesa y ha besado a su acompañante. La he estudiado, sí. Tenía unas tetas dignas, capaces de someter al buen amante lesbiano, que escribiría no recuerdo qué escritor. He seguido oteando el horizonte de sucesos y alegrías que embarcan y desembarcan a escasos metros de mí. He conseguido leer un par de capítulos más antes de acariciar el móvil. Antes de plantearme si mandar un mensaje o realizar una llamada. Al final, ni lo uno ni lo otro. He besado la taza, he apurado el último sorbo, me he acordado de ella, que esté donde esté, me habita… y me he dirigido a la librería. He comprado El País.
Conduciendo por vías serpenteantes del interior he escuchado seis o siete canciones. Mientras tanto, reflexionaba. Me he conjurado para lograr dar a la luz y a las sombras algún relato nuevo, antes de que acabe el día. O parir una vieja historia de esas que hace mil vidas viven de alquiler en mi cabeza.
He comido en un restaurante de carretera. Un plato de pollo y ensalada. Y café, claro. Estaba casi solo. Digo casi porque cuando llegué, unos comensales estaban pagando la cuenta y cuando abandonaba el restaurante, entraban otros a ocupar mi lugar. Desde la ventana, el sol alcanzaba con ganchos de derecha e izquierda al edificio. He viajado desde el interior al exterior. He jugado a adivinar cómo son los camareros que, aburridos, me observaban conjeturando sobre lo qué hacía un tipo como yo, solo, en un garito de carretera. Más siendo verano, más habiendo playas, más pudiendo dejar para el invierno lo que estaba haciendo hoy.
De regreso a la ciudad bajo la tutela de agosto, he ido a descansar y a leer a una cafetería asentada junto a un lago artificial donde van a consumir y a consumirse mujeres y hombres artificiales. A través de la profundidad de mi vaso de cristal, cada vez que los cubitos chocaban contra mis labios, veía a lo lejos muchachos jugando a la pelota. Cuando el esférico caía al lago, aprovechaban para meter los pies, espantar a los patos, y acercar, haciendo olas, el juguete acuático. He recuperado el punto de lectura. He leído sin distracciones durante dos horas. Dos horas en los que un camarero me ha preguntado un par de veces que si quiero algo más. Y sí, le he demandado tranquilidad a cambio de otro café. Después ha enmudecido hasta que le he pagado las consumiciones.
He descansado el libro y he naufragado en las noticias asesinas del periódico. Porque las noticias funestas no descansan ni en domingo, como tampoco los portadores de malas nuevas. El suplemento me ha permitido viajar, me ha dado la oportunidad de conocer a no sé cuántos actores que han cambiado el mundo. He vislumbrado la posibilidad de un recorrido en tren por el norte de la península. He acertado con la lectura de un par de relatos sobre la Alemania nazi y la España en guerra contra la crisis y la clase política. He vuelto a consultar el teléfono. Hoy, como el mes, está silente. Pero lo he manoseado con tanto ahínco que he acabado enviando un mensaje. Después lo he devuelto a su sitio con la vana seguridad de que no volveré a tocarlo hasta mañana.
He rescatado el coche que estaba dándose un baño de sol de injusticia. He acariciado el volante, enfriándolo con mis manos… y he rebuscado entre los cedés que se amontonan en la guantera. Otra vez Sabina. Otra vez Ismael Serrano. Justo cuando iba a arrancar he visto al viejo de la mañana. Al pobre sin dinero, siquiera, para serlo. Abriendo la puerta, he salido a su encuentro. Sabía que hoy escribiría, quizás, lo que en mi día ha acontecido… y me he acercado a él. Le he dicho que esta mañana no tenía ánimos, que lo sentía. Pero que mis musas requerían una buena obra antes de finalizar el día. Me ha mirado extrañado, me ha preguntado, tras darme las gracias por el par de euros que anidaban en su mano, si me encontraba bien. Que conocía una fuente cercana y gratuita donde el agua emanaba fresca. Le he dicho que me encontraba perfectamente. Que se guardase el dinero, para no gastarlo de golpe. Me ha mirado y ha estado a punto de preguntarme si había manera alguna de fraccionar dos putos euros. Pero se ha callado, se ha dado la vuelta, ha seguido con su nada y yo con mi casi todo.
He estacionado el Opel en el garaje guareciéndolo del sol. Al llegar a mi piso lo he ventilado abriendo puertas y ventanas, expulsando la fea soledad. He acariciado mi gato y me he dejado caer en el sofá.
Me he servido una copa de vino blanco semidulce que me regaló mi hermana ayer. Lo tenía guardado desde el día de mi cumpleaños pero no habíamos coincidido. Un día lo probé en su casa y le dije que estaba buenísimo. Y así tomó nota, y me agenció dos botellas. El blanco me ha acompañado durante mi viaje prosaico. He finiquitado la novela. Día hoy de lecturas, observaciones y cafés.
Mis relatos han quedado tumbados a la bartola en el sofá, esperando, quizás, otra oportunidad. Sentándome frente al ordenador he ejecutado un archivo Word para mancharlo con lo que ha dado de sí, y de no, este domingo.
Ahora, de fondo, Sabina me devuelve al número siete de la calle melancolía, donde un niño se divierte con su perro, donde una pareja juega a hacerse daño, y donde un viejo pide limosna por tangos y maldice cantando fandangos gangosos.
MARIO CASTILLO ROS
Yo me quedé acá, primero sentí que te acompañaba silenciosamente... admirando tu silencio y observación. También Sabina asomó y en lugar de dejarme a "orillas de la chimenea", me condenó al lugar "donde habita el olvido". Y yo que soñaba ser su magdalena!
ResponderEliminarAbrazos y Gracias!
Vos SÍ sos MUY interesante para mí!
Un relato atrapante y descriptivo al que me tomo el atrevimiento de rebautizar "Enero" porque mi hemisferio así lo requiere.
ResponderEliminarDe hecho, descubro que usted podría relatarme la compra en el supermercado, que lo haría con tal maestría que seguramente me dejaría anonadado. Pero eso si, debe tomar menos cafeína.
Gracias por el regalo y un abrazo.
Magnifico relato de un dia lleno de imagenes descritas con calidad, y de fondo, esa musica de la cabeza mas lúcida que se cubre con un bombin.
ResponderEliminarFelicidades, sin columpio en el jardin.
(me alegro de encontrar otro adicto a los aeropuertos) :-)
Me he sentido en tu piel con cada una de tus letras, tienes el don de saber narrar lo que te sucede en un mes tan especial como Agosto de una forma sublime, solo que algunos vivimos cerquita del mar así padecemos justo lo contrario que tu en su pequeña ciudad, ninguna plaza para aparcar tu pobre coche, plazoletas y parques solitarios vs. orillas y calas abarrotadas de citadinos desesperados por robarles rayos al sol, minutos a sus aburridas vidas y miradas furtivas a los pechos generosos,siliconados o planos que reposan sobre la arena caliente.
ResponderEliminarUn placer poder leerte, besitos desde mi pequeña orilla perversa.
Que curiosos somos los seres humanos, firme defensora de la causalidad me he dado de bruces con este extenso relato de un domingo cualquiera en Agosto, justo despues de venir de comentar otro blog donde también se hablaba de las historias que acontecen en una terminal...
ResponderEliminarYa al principio se han sorprendido mis ojos leyendo que en la cama por hacer dejando los sueños arropados. Ayer en una prosa deje arropados también mis pobres sueños...
Que bien expresas la cotidianidad de la vida.
Lo que más me ha sorpendido ha sido ese final, donde el mendigo te ha dado algo más valioso que los dos 2€ que tu le has dado...piensa en ello.
Un saludo
"luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo, ordeno mis papeles, resuelvo un crucigrama; me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama..."
ResponderEliminarMe gusta mucho tu forma de describir y tu manera de expresarte, igual que tu blog en general, me gustaría que te pasaras por mi blog y me dejaras tu opinión.
Te sigo
... y el mundo sigue dando vueltas alrededor de sí mismo.
ResponderEliminarHe disfrutado mirando a través de esa ventana que nos muestras. Llena de vida, con sus repectivas heridas y, por consiguiente, su inevitable putrefacción.
Un beso
Siempre me ha sorprendido la costumbre que tenía Mariano José de Larra, de meterse en esos cafés decimonónicos y observar lo que le rodeaba para, luego con su sagaz capacidad de observación, plasmarlo y frecuentemente criticarlo.
ResponderEliminarHe considerado a este autor como un hombre que consideraba a la vida como un libro eterno por leer, se sentaba y abriendo los ojos, leía las páginas del realismo de cada día y las pasaba por el tamiz del color de sus ojos.
No sé si te gustará Larra, Mario, pero según leía tu relato, me he encontrado con un Larra del siglo XXI, perspicaz, íntimo, agudo, irónico a veces, romántico, sagaz y real.
Sólo puedo darte mi enhorabuena y desearte que, en esa lectura del Libro de la Vida, el "Capítulo de Agosto" te sea lo más placentero posible.
Un abrazo.
Pasa lo mismo por acá en verano, Buenos Aires queda desierta y se puede disfrutar de lugares en los que durante el año no se puede ni entrar... sólo que acá es en el mes de Enero...
ResponderEliminarSuelo sentarme en las cafeterías a observar la gente e imaginar cómo es su vida... también lo hago mientras viajo en tren... siempre salen historias de esos viajes...
Me encantó la tuya... quizás porque se parece un poco a mis días...
Excelente el final... cierra redondito...
Y rescato esa frase del principio donde decís "mi cabeza bulle de historias" significa que seguiremos disfrutando de esos relatos tan bellos como los que sabés contrar....
Un gran saludo desde este helado agosto en Buenos Aires....!!!
Te he seguido en cada paso, he observado contigo cada persona, cada acción.
ResponderEliminarMi domingo ha sido el más triste del mundo, y tus palabras, por un momento, me han hecho olvidar el porqué de esa tristeza, gracias.
Un beso
ummmmmmmmmmmmmmm interesante el título... Agosto...
ResponderEliminarMe gustó mucho el relato, muy visual, muy descriptivo, muy cotidiano, ...muy humano, cuando humanidad se refiere a gente corriente que si no fuera por escritores u otros artistas varios, resultaria invisible a la gran mayoria... en esta sociedad tan rápida y estresante, en que todo tiene valor si tiene un precio...
es un placer... LEERTE
En mi ciudad Agosto tiene cuarenta y seis días, porque a partir del 15 de Julio es tal y como lo describes en tu relato.
ResponderEliminarMe ha gustado tu domingo y la segunda oportunidad con el cantador de tangos.
Un placer leerte. Besos
Cómo se te ocurre olvidarte que EL AMANTE LESBIANO es del gran José Luis Sampredro!!!! ay ay ay....creo que el calor te confunde y las maravillosas aguas de la Costa Brava te irían de maravilla para borrar esa saudade que invade tu relato y....tu vida?...
ResponderEliminarSumérgete en el mar y goza del contacto del agua en la piel. Bautiza la melancolía y renace de las cenizas.
Besos calurosos!!!
Namasté
Esta vez quien se ha colado por las rendijas de la persiana de tu cocina no ha sido la hacendosa Hada Patena, sino el mismísimo Merlín, que esperaba en el alfeizar. Y es que convertir un anodino domingo de Agosto en una pequeña joya literaria no es cosa de principiantes.
ResponderEliminarA la vista del milagro obtenido con una materia prima tan exigua, la cuestión es ¿de qué no será capaz el Gran Merlín si en vez de “un día” saca de su baúl encantado “una vida” con las miles de historias que bullen en sus entretelas?
El guante está echado. ¿Para cuando el milagro?
Besos,mágicos,encantados.
Supongo que mi síntesis se compensa con tu buen relato. Hay veces en que una prefiere ser breve y concisa transmitiendo, al fin y al cabo, lo mismo que si se enrollara. Es mi caso. Creo que las palabras que elegí para mi entrada hablan por sí solas de la angustia del mundo.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado agosto. Sin duda, es un mes para pensar(se).
Un saludo.
A veces uno aterriza en una cafetería, para tomarse un respiro. Se sienta y pide algo, pero su cabeza está llena de mil cosas...y en las terminales de aeropuertos...pues sí...cada uno está pendiente de sus cosas...
ResponderEliminarY ese narrador, ese observador-merodeador creo que ya está al cabo de la calle y sabe que nada es lo que parece...Ni aún haciendo una abstracción sabe lo que está pasando...La chica que le ha regalado una mirada-sonrisa y que se ha zampado un bocata (por pequeño que sea) no está ni con su novio, ni con su pareja, ni con su marido. Por su forma de comportarse se diría que el chico que está a su lado es de atrezzo. Y la señora abrazada al teléfono puede que se ria tanto porque habla con su peluquero agradeciéndole que al fin le dijera dónde se compran esos sujetadores con pezones de plástico incorporados...
Me ha gustado mucho el final, eso de orear y ventilar la casa ha estado fenómeno....
Un abrazo.
Discúlpame unos días: la cosa está mu mala.
ResponderEliminarTe retomo y te disfruto.
(Hoy por hoy sólo me dedico a las entregas de los martes, con necesidad de escapar en septiembre, unos días. Praga, Praga, Praga, como diría Joaquim)
Un abrazo!!
¿Ves? ...aunque agosto parece vacío está lleno de muchas cosas. Incluso de nostalgia.
ResponderEliminarQué bien escribes, Mario.
Un abrazo.
claro, han venido todos para aca!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarpor eso yo lo odio....
Veronika
Los buenos escritores desgranan sus textos en un tono tan particular que en el primer párrafo ya se sabe que estas con algo bueno.
ResponderEliminarEs tu caso.
No soy de alabanzas gratuitas. Tampoco de críticas vanales.
Solo se distinguir lo que me gusta de lo que no me gusta. Y tu forma de escribir me gusta.
Quizas por la melancolia que destilan tus palabras, quizás por que detrás de esa excelente y trabajada prosa se esconde una pizca de tristeza anidando en ella. Quizas por que aunque intentas dar una vision aseptica de lo que te rodea, la rebeldía propia de las letras te traiciona y te hace mostrar algo que no quieres, pero que está ahí.
En cualquier caso, estimado Mario, sigue siendo un placer para la mente leerte.
Algo cada vez mas infrecuente
Un abrazo
Carlos
Pd: Conste que he ido leyendo lo que has escrito
Un bonito relato, te felicito por tu narracción.
ResponderEliminarAgosto es un mes cálido y lleno de vida, aunque pueda parecer todo lo contrario.
Saludos.
Decir brillante sería quedarme en lo superficial y pecaría de obvio y hasta me asemejaría a la banda publicitaria de un libro que se defiende por lo que dicen tres personas más que por su contenido. Pero es que tu día, aparentemente tranquilo y sin grandes acontecimientos, es la demostración de que las palabras bastan para crear una tensión, un interés, la sensación de que ocurre todo por más que no apse nada(aunque no sea así). Aunque el estilo es distinto, el tuyo es más poético y el del austríaco menos, he recordado los monólogos de Bernhardt dónde no importa la anécdota, importa el estilo. Y el tuyo es superior. Intenso.
ResponderEliminarPor último decir que envidio un poco tu día. De manera consciente (o no) es la descripción de la jornada de un hombre libre. Para los que escribimos son días en los que nuestra mente redacta mientras pasea, decenas de borradores.
Hola Mario! como va todo? puff tengo al pequeño bloggito dejadísimo...casi casi te diría q abandonado, pero eso no significa q no siga leyéndote por aqui.
ResponderEliminarLuis Ramiro?? será un concierto genial, como no! es el señor Ramiro. yo me voy a perder el q da en Joy el 18, me da un poquito de pena, pero ese mismo día voy a un concierto de pereza y todavía no tengo el poder de desdoblarme para ir a dos conciertos a la vez ;D
Un abrazo y feliz casi-fin-de-agosto (estamos a 25 ya! madre mía q velocidad ha pillado el tiempo... olvidate de eso de tener aparcamiento para elegir pq en menos de una semana estarán todos de vuelta otra vez ;D
Tal como una aspirante a Alfonsina
ResponderEliminarcaminé con nostalgia por la costa de tu mar de palabras
y seguí caminando mar adentro hasta que cada poro, cada narina,
cada entrada en mi cuerpo se ahogara de consonantes
y se traumatizara de vocales hasta naufragar.
Entonces no fui yo, fui esa sombra que recorre contigo,
que mira por tus ojos, que toca con tus dedos,
que bebe con tus labios y lee con tu miedo.
Para cuando toqué tierra nuevamente
lo que sea que fui ya había muerto y quedó lo que soy
después de un viaje mar adentro tierra afuera.
“No hay nostalgia peor…” dice Sabinas
y hoy yo tengo una nostalgia peor de aires españoles calcinantes,
cafés de tránsito, y rutas hacia ti mismo.
Mario...
ResponderEliminarHe leído.
Cuando veo un post largo... (me voy y regreso con ganas)
Inmenso.
Crónica de un día en soledad. Acompañado.
Me encantó. Muy sincero. Parece...
beso
P/D: que bueno, no te enojaste conmigo.
;)
Hola Mario,
ResponderEliminarDe sobra sabes que me gustan tus entradas, y hoy peco por falta de profundidad así que te hablaré de detalles, al lado derecho de tu blog, donde colocas los libros que has leído (también siento una fuerte inclinación por Durrel) he tomado atenta nota sin excepción de alguno, fuiste suficientemente acertado para hacer que la citas tomadas me hicieran mella, (las encontré testigos de mi esencia) debes leer bastante, concentrarse con intensidad requiere saber que tipo de literatura causa mayor satisfacción y sin duda, ya has elegido, buscaré tu compañía desde mi chimenea más seguido…leyendo y releyendo para escuchar aquellos que dices y lo que piensas que no dices..
Compartimos gustos y aficiones, sobre todo Sabina.
ResponderEliminarMaravillosa crónica de un domingo de agosto.
Gracias Mario, es un placer leerte.
mi blog se llama "dejame que te cuente....el mundo que ven mis ojos...
ResponderEliminarpero si algunos ojos ven muchas cosas...y el dueño de los mismos sabe contarlas bien ...ese eres tu...
has conseguido que te acompañemos en este domingo de agosto...
un abrazo mario
Leerte siempre me deja un buen sabor. Un sabor de café con leche y hielo, fresco y distinto.
ResponderEliminarNo puedo sino coincidir contigo en el gusto por las cafeterías de aeropuertos y estaciones de tren, tienen ese aire de ida y vuelta, de historias que contar pero que nadie cuenta.
Un beso Mario.
OH! mi buen amigo Mario... cada que te leo me renuevo algo que aun trato de decifrar!
ResponderEliminar..."donde el quiero le gana la guerra al puedo, mientras los que matan mueren de miedo clamando que las mentiras parezcan mentiras de verdad"...
Paz y muchos, muchos besos...
Http://masdeunalemoine.blogspot.com
Mario He deambulado contigo observando el niño el perro los padres que ignoraba todo menos su absurdas discusiones ...la mano del anciano buscando le deje una moneda ...la chica en la cafetería con la sonrisa abierta consiguiendo con ello más que el anciano ... he recorrido los andenes los aeropuertos... los cafés sentándome a tu lado cerca del ventanal ...ver pasar la vida ...mientras otros lamen la marea con su cuerpo...ondean su piel para que el sol se entregue a ella...tu independencia ...la incertidumbre del desempleo y todo ello sin para pues me atrapaste en recorrido de tu mano ...a través de tu mirada descubrí el mundo que ven tus ojos ...agosto es especial para mi naci un 23 ...de esos calidos dias de verano ...besos
ResponderEliminarVaya, varias cosas en las que coincidimos: yo también adoro la gran ciudad en verano porque es el momento en el que puedes disfrutar de ella, reconocerla y visitarla con ojos de turista. Y recorrer por enésima vez todos aquellos lugares ya recorridos, pero no observados. También me apasionan las estaciones y sus cafeterías (en las que se puede fumar, que ya son pocas). Pasar horas viendo llegar y marchar a la gente. Observando si van acompañados o sólos, si están serenos o alterados. La cafería de la estación de una ciudad dice mucho de su gente. Yo también llevo días viendo a un viejo pidiendo unas monedas a cambio de recitarte unos versos de Rosalía de Castro. Es un dandy vagabundo, un "señor" de la calle. Y también me encanta Sabina. Por cierto, si quieres sintonizar otra música, te propongo un puñado de canciones francesas. Te dejo el link:
ResponderEliminarhttp://www.ivoox.com/podcast-cafe-au-lait_sq_f15293_1.html
Un saludo
No se como has hecho para recordarlo todo con tantos detalles. Ha sido un placer leer como has pasado el día. Leyendote es como si yo hubiese estado allí, contigo... Me ha encantado acompañarte ^_^
ResponderEliminarUn beso y buen finde :)
El mes de agosto deja a las ciudades sin mar, huérfanas de risas y bullicio, agosto es el paréntesis de la vida. ADORO A SABINA.
ResponderEliminarsaludos.
La soledad no es esa amenaza que podemos temer cuando la enriquece la capacidad de observar e imaginar.
ResponderEliminarMe asusta el mes de agosto en medio de la multitud en cualquier parte. Mi ideal sería un día templado, con aire de campo y mar, como suele haber en el norte y un hermoso nogal bajo el que permanezco sentada leyendo. No estaré sola, hay mosquitos, hormigas, pájaros que me acompañan y los personajes vivos del libro que leo.
Ha sido un placer leerte, no sé porqué he sentido que te acompañaba en tu paseo y se estaba bien. Gracias por tus visitas a mis blogs y tus palabras siempre amables.
Un abrazo.
Creo que soy el 36. Comentario 36. Estamos todos numerados.
ResponderEliminarMe ha hecho gracia eso de que en el coche te de por pensar mucho y tengas ganas de escribir y de contar cosas. A mi me pasa, no en el coche ya que no conduzco, pero sí aquí en mi Madrid, en el metro o en una cafetería (y hablando de cafeterías) cutre (cutríiiiisima) que hay en Gran Vía.
Por alguna razón que no busco comprender, llevo dándole vueltas a tus historias varios días, será porque intento ocupar mi mente con otra cosa que no sean asuntos de orden práctico (que diría Millás), en cualquier caso muchas gracias por escribir como escribes y por tenerlo aquí colgado.
Me voy por los tejaaados como un gato sin dueeño, laralalá.
Mario: Muchas gracias por tus cálidos comentarios en mi blog. Me puesto a leerte este domingo, como quien sigue una ruta iniciática, común a los solitarios emperdenidos, como quien esto escribe. Un abrazo grande,
ResponderEliminarEzequiel
Gracias por dejar que te acompañe y ver a través de tus ojos, esos que ven cosas que la mayoría ni siquiera sueña con percibir.
ResponderEliminarLa fauna que somos recolectada en tus ojos observadores.
ResponderEliminarHoy, ya es uno de septiembre.
Un abrazo.
Anoche vine a leerte, pero entré de puntillas, por si estabas dormido, por si acaso ya descansabas.
ResponderEliminarEl último día de agosto tenía que haber acabado así, con la pasión de un abrazo a la espera de un viaje y con el tiempo completo que nunca existió.
Pero sigo aquí, y de nuevo vengo y te leo y me siento para observar que observas y si te descuidas...
Te robo el café, y un abrazo.
te propongo un reto: un relato sin café!!! o haz como la reportera de "21": 21 días sin café. Seguro que te sale un relato de lo más yonqui jajaja. A ti lo que te molan son las guiris de los aeropuertos no me jodas!!! que allí las hay de todos los gustos y supongo que de todos los sabores...me iría al sofá pero son las dos de la mañana así que me voy a la piltra. Me ha gustado como siempre o más.
ResponderEliminarpd: quiero más relatos rollo Vicente Aranda (tús sabes)
Hola MARIO!!! Ya de vuelta, pero nada conectada...Entro en tu blogy como siempre huele a café, da igual el mes, da igual el lugar, el caso es que ese intenso aroma, es el que a mi particularmente, me pone acogedora y en situación, me predispone a leer, a LEERTE....
ResponderEliminarEn un momento dado de tu relato, he sentido un espejo, en ese momento que aparcas por inercia, que además es cuando yo mejor aparco, precisamente xq se está absorto, xq se está envuelto en pensamientos, en sensaciones...que maravilla no te parece??? que maravilla tener un mundo interior tan sumamente rico, que maravilla sentir y además poder expresar de la manera que lo haces, es decir, tan envolvente, tan atrapante...siento admiración...aunque haya personas que no entiendan esto, existimos otras que si entendemos lo que tan bien expresas, lo que tan fantasticamente sientes...es triste, es melancólico, es nostálgico?????? que más da...el caso es que SIENTES y eso es vivir....
Me gusta muchísimo, ese manera de observar, observas detalles, te empapas de ellos y luego nos los muestras, con la misma pasión , me atrevería a decir, que como lo vives...asi que querido amigo....sigo pegada a tus letras, sigo esperando tus dibujos en papel...te sigo esperando....eres intimista y cotidiano, eres sencillo y real....eres...
Querido amigo, compañero y, ahora, camarada, la soledad sólo es buena cuando se busca, la amistad sólo es buena cuando no se busca y la realidad ni se busca ni de deja de buscar, lo que es, es y punto. Bonita descripción de sitios reconocidos, y bonitos pezones de tetas desconocida.
ResponderEliminarNos vemos café en mano.
Me gusta como campas por las cafeterías, por los aeropuertos y por las estaciones. No me voy a desacer en halagos ni en críticas estupendísimas y muy técnicas. Tienes Madrid dentro. No sé dónde vivirás, pero lo tienes.
ResponderEliminarPor cierto, yo también vi el recorrido del tren del norte. Estoy deseando hacerlo.
No podía dormir.No podía leer.No podía escribir.
ResponderEliminarAsí que salí a mirarle el culo a las estrellas, y café en mano,llegué hasta aquí.Un buen sitio para soñar...
Pepita Grillo
hola! me encanto ... me pase leyendo todo... y soy tu seguidora! saludos desde el norte argentino
ResponderEliminarQuerido, no tengo mucho que añadir....me ha gustado pasear ese domingo con estas letras, aunque yo soy de las que se estiran en la playa.
ResponderEliminarCoincido también con -anónimo- en que no tienes perdón en olvidar a tan original libro como el amante lesbiano, un hombre mujer para una mujer hombre, genial.... el tercer sexo.....máxime cuando el protagonista se llama, querido, MARIO.
Un abrazote, cuida't.
Bello y exhaustivo relato de una jornada vivida este tórrido verano que todos hemos compartido con sensaciones muy similares, que describes con exquisitez y muy buena pluma...mi enhorabuena de azpeitia
ResponderEliminarHe llegado en un navío que se encalló en alguna parte de tus letras. Entre reparación y remodelación de algún velamen, concluí con satisfacción mi travesía.
ResponderEliminarQuizás fue el viento propicio de tu relato...
(Seguramente)
Si es que cuanto más te leo, más te adoro coño. Y Sabina, como siempre, gran maestro...
ResponderEliminarMe paso rápido que tengo que hacer varias cosas, ya te dejaré un post acorde a tu entrada; en condiciones.
No puedo competir contigo. Ni podría jamás acercarme ni por poquito a la dulzura que tienen tus palabras y la mirada que estableces mientras café en mano, escribes, piensas y regresas.
ResponderEliminarAy... (suspiro)
A mí me pasa igual, el mes de agosto es espectacular sólo me merodean las avispas y un gato mimoso pegajoso de calor.
ResponderEliminarNunca me había planteado las cafeterías de las estaciones, pero al leer tu texto me he visto tantas veces observando, fiscalizando todo a mi alrededor, las estaciones son muy enigmáticas.
Me hacéis mucha gracias los hombres, os sale la vena escrutadora femenina, si la flautista tuviera cuarto y medio más de pechuga ,como la de las uñas rosas, le daría más.. me ha parecido gracioso.
Has creado una atmósfera cálida, solitaria, vagabundeante con este texto, has mostrado la cara literaria de un domingo en la ciudad.
Un Saludo Mario!
Te doy la enhorabuena por ser capaz de escribir folios y folios de un día en el que "nunca pasa nada", pero trasmites... Y te felicito por los 52 comentarios a esta entrada, comentarios que no he leído, claro. En realidad entré para recomendarte una novela que acabo de terminar, a ti que te gusta Japón y los (y las) japonesas. Se llama "lo bello y lo triste" del Premio Nobel Yasunari Kawabata. Una delicia...
ResponderEliminarMario
ResponderEliminarTienes un regalo en mi blog
Un abrazo
Oh, Mario, muchísimas gracias por todo tu apoyo, cariño y bellos deseos en mi Blog. Me fascina saber lo mucho que disfrutas lo que publico.
ResponderEliminarEl texto que te gustó mucho es un extracto de "¡Espérame en Siberia, vida mía!" de Enrique Jardiel Poncela. El cual es una novela MARAVILLOSA y divertida. Espero tengas el tiempo para dedicarle porque es un goce de verdad.
Siente un abrazo INMENSO lleno de cariño desde Siberia.
Mucha, mucha luz.
Otro abrazo para ti. Por cierto, repito: magnifico texto
ResponderEliminarSe extrañan tus pasos, antes de llegar al teclado...
ResponderEliminarHa pasado agosto y ya casi casi también septiembre! quizá en octubre haya nueva entrada o quizá no... en realidad no importa, ya sabes q pasaré por aquí de vez en cuando a leerte o a re-leerte da igual :D
ResponderEliminarque dias tan distintos, aca Agosto es primavera, podrias hacer lo mismo, tomar cafes y quizas la morena de uñas rosadas hubiese ido con flores en el pelo.
ResponderEliminarSaludos!
Mario, pasó Agosto, se fue Septiembre.
ResponderEliminarSe esta despertando en reloj de la añoranza, para cuando su próximo regalo literario?.
Este es su espacio,llenelo con palabras que suenan a música.
Un abrazo que espera.
¡Eres ADORABLE, Mario! Me encantaría platicar contigo por messenger un día de estos.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso, lleno de amor y luz para ti.
Con el frío que hace y un relato anclado en agosto...¿Será que platicas mucho y escribes poco?
ResponderEliminarQue me gusta pasar y leerte a escondidas...
ResponderEliminarMe atrevo a seguirte porque sos el culpable de mis altas horas nocturnas en este momento (desde Argentina)
ResponderEliminarMe encanto tu manera de escribir
un gusto
Erase Una Vez
me encanta el sonido de Sabina que tienes por aquí... Saludos
ResponderEliminarHola!! Tienes un bonito blog!! Voy a seguir cotilleando, pero antes de despedirme quería invitarte a mi baúl, por si quieres compartir algún sueño con todos los amigos de Coquette. Te espero!
ResponderEliminarHasta pronto =)
Jo sempre he dit que una cosa és sentir-se sol, i l'altre esta sol. (bé segurament ho diu més gent a part de mi)
ResponderEliminarI moltes vegades Mario, gaudir de la soletat, no té preu, i si a més ho adornem amb unes lletres tant ben parides com les teves, tant pel que ho escriu com pel que ho llegeix el preu de la soletat és molt gratificant.
Salut !!!