Sergio, si aún sigues por aquí, este texto es para ti. Yo sé el motivo...
Mi amigo Alfonso dice que a muchos recién jubilados les da por la pintura, por el arte paisajístico. Asegura que si es un recién jubilado, retrata cielos muy azules, de un azul imposible en los cielos de hoy. Y si quien coge el pincel es una reciente jubilada, a esos azules cielos les añade una nube blanquísima, muy nívea y esponjosa de las que sólo nublan las pinacotecas de la edad tardía. Asevera que no existe el azul verdadero, que lo que vemos ahí arriba es una mezcolanza añil, la paleta de trabajo de un creador indeciso...
Fonso también es un artista. Un pintor que no ejerce porque sus ocupaciones lo mantienen alejado de los lienzos y porque sus hijas se han instalado en las manos que deberían acoger carboncillos. Su vida, fuera de la galería familiar, tiene más arte y más oficio y es, en apariencia, una vida para decorar un retablo, para vivirla en un capítulo, para perpetuarla, incluso, en los cuatro minutos que puede durar una buena canción no de verano.
En casa tengo varias obras suyas de cuando era alumno en una escuela municipal, o de la época en que recibía clases de algún pintor bohemio que simultaneaba bebida y acrílicos. En uno de esos cuadros esbozó a Bukowski, mi cartero escritor preferido. En otro, reprodujo una puerta herrumbrosa al inicio de la cuesta que conducía al instituto donde estudiábamos bachillerato y comenzó nuestra andadura por los devaneos de la amistad. Nos conocimos durante el primer año de instituto, en la biblioteca, de espalda a los libros y de cara a los juegos que se resistían a abandonar el comportamiento infantil. Y fraguamos la amistad durante el curso siguiente, donde el caprichoso azar hizo que compartiéramos mesa, de cuando las mesas, como otras tantas cosas, se compartían.
En tercer curso, en clase de griego clásico nos dedicábamos a mirar por la ventana mientras comentábamos la serie que habíamos visto la noche anterior, de cuando las series se emitían por un exclusivo canal y la televisión se disfrutaba sin la mediación del mando a distancia. Recrear las hazañas de aquellos policías rudos, amargados, mujeriegos, héroes felices, súper hombres infelices, corruptos tutelados por el hampa, incorruptibles, serios, muy serios sobretodo, amenizaba nuestros primeros momentos y restaba protagonismo a la lengua clásica entre las clásicas.
Una vez que nos habíamos puesto al día con la comisaría de Hill Street, Fonso atendía las explicaciones y tomaba apuntes dado que no lo interesaba lo que sucedía fuera. Yo, sin embargo, acodaba mi imaginación en el alfeizar de la ventana, sobrevolaba la copa de los árboles y era testigo de las correrías felinas por los tejados adyacentes al centro.
Llevamos más de veinte años siendo amigos. Amigos de los de verdad, de cuando la amistad era un talón nominativo y no una consecuencia al portador. Y así llevamos todo este tiempo: cada vez que nos encontramos hablamos de lo mismo y añadimos algún tema nuevo cuando la morriña copula con nuestro presente y fantasea con el pasado. Él quiere que escriba más de lo que lo hago, y yo quiero que pinte más de lo que lo ha hecho nunca. Hace pocos días comimos juntos. Disfrutamos de un frugal almuerzo para concretar un viaje a Madrid. Queremos ser testigos de la despedida de los escenarios de los legendarios “Scorpions”. Ese grupo alemán de cuando la música sonaba a rock sin prisas. Después de los cafés nos quedamos en la acera ajustando las agendas y recordando lo que ha sido de nosotros después de esos primeros años de instituto, lo que hemos logrado, las metas que hemos cruzado y las cimas que nos quedan por hollar. Tras unos segundos siguiendo el repiqueteo de unos tacones de aguja sobre los adoquines, nos despedimos recomendándonos pintar más y escribir más. Que nos hacemos mayores, y que es ahora cuando debemos intentarlo para no acabar convertidos en un Picasso, viejo verde de manos inquietas, y en un Bukowski que pase sus ratos entre lascivas miradas al personal femenino de la residencia y un querido diario sin futuro.
Regreso a casa conduciendo bajo un cielo que se me antoja azulísimo y sostenido sobre una perfecta nube blanca.
Pues honrado y halagado por partes iguales, Mario. Desde que he visto a Bukowski al abrir el post ya sabía que esto estaría salpicado de referencias a ese gran jubilado que fue este escritor(exactamente no sé si paseaba lascivas miradas en una residencia o vivía la gran vida en el hipódromo, o incluso con setenta años todavía le tiraban los tejos las jovencitas, no he explorado exhaustivamente su biografía, sólo sus libros). Lo que está claro sin discusión es que tienes que escribir más. Ese consejo nos beneficia a todos. A ti algo por los placeres que da la creación y a los demás mucho porque te leeremos. Un placer recorrer este texto con nostálgicas series, música de la que llamaban Heavy con buenas baladas y literatura que se siguen reeeditando porque a lo mejor a Buckowski no lo jubiló ni la muerte. Gracias por seguir ahí. Se te echaba de menos. Un abrazo, Sergio.
ResponderEliminarClaro que si, tu admirado Bukowski es tu referente más apreciado, seguro que les hablas a tus amigos de esos libros y de esas cosas que tenía ese ilustre cartero...y tú, Mario, no nos puedes engañar, al menos a mi que se que escribes constantemente. Otra cosa es que lo traigas aquí o allá o acullá....
ResponderEliminarEs un placer como siempre, mirarte entre tus letras...
Un beso.
que bonito y melancólico, me ha gustado...
ResponderEliminarNuestros amigos se contagian de nosotros mismos y nosotros de ellos. Por eso, he visto que has pintado con hermosos pinceles un bellísimo cuadro sobre la amistad. Seguro que Alfonso escribirá con hermosa pluma los colores más azules del significado de tu cuadro.
ResponderEliminarEl arte de la amistad solo está al alcance de pocos.
Un placer volver a leerte.
Un beso, Mario.
Suerte que aún existen esos creadores de cielos azulísismos y nubes blancas... Y quien sabe apreciarlo. Es un alivio.
ResponderEliminarMe alegro por los dos.
¡¡Qué hallazgo, Mario!! "Tú si que eres interesante para mí" Visito por primera vez tu blog y volveré con frecuencia.
ResponderEliminarTus escritos me parecen paisajes de cielos azules que sostienen nubes blancas y me han metido en un sueño de colores, al sentir que hay personas que hacen de la amistad un vínculo vital.
Saludos.
Hermosa amistad que sobrevive el tiempo y la distancia que frecuenta el sol cuando rememoran otros tiempos y respirando el azul de la paz se llenan de esperanza y energía bajo el eco de la vida . Enhorabuena Mario.
ResponderEliminarVenía a leer más.
ResponderEliminarDeseo que tu silencio literario no sea por causas desagradables.
Un abrazo vitaminado para tu desgana.
cómo me gusta cada frase tan sobria y completita... Por algunas razones de personal desánimo he dejado de corretear por estos blogs tan queridos. gracias por la gracia de su redacción... me gusta siempre tanto y me envuelve la manera y lo irónico y tiernamente ruda su palabra. gracias
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