domingo, 31 de mayo de 2015

FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2015



Ya tengo ganas de adentrarme en ti. Y tengo ganas de que recorras la cartografía concupiscente de mi cuerpo. Y tengo ganas de comerte. De que me comas también tengo ganas. Y tengo ganas de beberte. De que me bebas también tengo ganas. Y tengo ganas de tocarte y acariciarte y besarte mucho. De que me toques y acaricies y beses mucho también tengo muchas ganas. Y tengo ganas de follarte. Y de que me folles también tengo ganas. Y tengo ganas de mirarte. Y de que me mires mirarte también tengo ganas. Y tengo ganas de derramar el placer de mis dedos escribidores y masturbadores sobre tu piel. Y de que derrames sobre mí la tinta de tus dedos que escriben y masturban también tengo tantísimas ganas. Y tengo ganas de servirte un café, y hablar, y reír, y contar, y recitar placeres sobre el verso del reverso de nuestros labios. Y de que me sirvas el café en mi taza preferida, y de hablar de autores y afectos secundarios y capitulados, y de reír con la adjetivación lúdica de tus ocurrencias, y de que me cuentes cómo le va a la vida entre tus páginas, y de recitar placeres concatenados sobre el verso del reverso de los labios que nos pronuncian, también tengo ganas.

Tengo ganas de vivir entre prólogos, epílogos, proscenios y bastidores. Y tengo ganas de que la vida no deje de empezar cada vez que una novela cae en mis manos. Cada vez que la primera página me invita a adentrarme en ti, Lola Beccaria. Cada vez que la primavera llega de la mano de Arturo Bandini. Cada vez que Pedro Zarraluki me confiesa los misterios del silencio. Cada vez que Auster me invita a tomar el café en su palacio lunar. Cada vez que enfermo de amor y soledad en el Macondo colérico de Márquez. Cada vez que almuerzo contigo en alguna taberna mayor y capital, Luís García Montero. Cada vez que destilo las lágrimas del abecedario de Martin Eden. Cada vez que cobijo mis palabras en la Barraca de Lorca. Cada vez que estrena conmigo una travesura la niña mala de Mario Vargas Llosa. Cada vez que el pasillo de un tren de madrugada acoge mi viaje al fin de la noche de Cèline. Cada vez que recorro el camino sembrado de literatura reaccionaria de Kerouac. Cada vez que me ciega la retórica de Saramago. Cada vez que me sonríe la Etrusca hilaridad de Sampedro. Cada vez que me emborracha la vida licuada y oscura de Poe. Cada vez que engraso la “máquina de follar” y acaricio a las mujeres de Bukowski. Cada vez que observo La Habana vieja desde las cumbres borrascosas de Pedro Juan Gutiérrez. Cada vez que anclo en mi piel el París erótico y clandestino de Henry Miller. Cada vez que abro mi noche a los diarios furtivos y erizados de Anaïs Nin. Cada vez que reseño en una servilleta de bar las metáforas precisas, las palabras certeras y los verbos incendiarios del maestro Sabina. Cada vez que mi taza preferida contiene la sopa de letras de Cortázar y su “rayuela” inacabable. Cada vez que recojo el fruto prohibido del árbol del bien y del mal, y del árbol de la ciencia literaria de Baroja. Cada vez que despierta mi conciencia algún “episodio nacional” de Benito. Cada vez que caigo enfermo y una palabra tuya basta para sacarme. Cada vez que no tengo ganas de nada excepto de ti, Literatura.

Ya ansío morir. Y de resucitar en las aceras alejandrinas de la 74º Feria del libro de Madrid, también tengo ganas.