miércoles, 19 de agosto de 2009

GIN TONIC


Cuando tenía dieciséis años compartía curso y clases, juego y vida con un compañero. Le envidiaba en casi todo. Escribía bien. Hablaba bien. Jugaba al baloncesto bien y con elegancia. Aprobaba bien y con solvencia. Ligaba con chicas de su edad. Yo, ni con chicas de mi edad, ni de la edad de nadie. Supongo era mi Mozart. Y supongo, también, yo era su Salieri. Me pedía ideas y yo le daba ideas que transformaba en historias. Cada relato suyo me hacía temblar. Cada letra suya la quería igualar, al precio que fuera, en un folio. Así que me descubría intentando imitarle. No lo conseguí nunca. Él seguía insistiendo. Y con esa voz afable, de quien ha roto todos los platos del mundo, me decía:

-Mario, hombre, dime sobre qué puedo escribir. Qué quieres que cuente en mi próximo cuento. Ayúdame una vez más –añadía-

Me lo quedaba mirando. No sabía qué decirle. Cómo decirle que no quería aconsejarle más. Que quería intentarlo yo. Que también podía, que también debía ofrecer y regar las conciencias ajenas con historias verdaderas y con historias inventadas. Pero cedía. Siempre le daba un hilo conductor. Se lo presentaba, le hablaba sobre algo y ese algo lo convertía en relato. Y volvía a maravillarme su facilidad para la prosa. Para inventar. O para contar, casi sin inventar. Eran historias hondas, que llegaban, que golpeaban unas, que acariciaban otras. Que te convertían en un personaje más. Que te conferían motivos suficientes para soñar o para despertar de alguna pesadilla.

Hace cuatro años murió de un infarto. Acabo de enterarme ahora, mientras tomo café y cuando la noticia funesta me ha llegado a través del teléfono móvil. Estoy sentado al fondo del local, escuchando música y oyendo las voces de los devotos asesinar el silencio.
Anoto en mi cuaderno estas notas y rescato del pasado su voz.
Siempre tuve la esperanza de ver algún libro suyo publicado. Y el miedo, antesala de la envidia asesina de ilusiones, también.

En la barra hay una mujer que me mira y que no es camarera y que con su mirada no me interroga, no me demanda qué quiero tomar o no me insinúa que llevo media tarde y una porción considerable de vida, sentado en ese sitio. Entre libros.
Es una mujer morena. Sin edad. Las mujeres morenas que atraen mi mirada no han tenido nunca edad. De pechos preciosos, de pelo precioso, de pechos preciosos. Es una mujer que me ha quitado el hipo y las últimas penas añadidas a mi colección de almas escritas y nada redentoras. Sostengo en una mano el móvil por el que acaban de notificarme el fallecimiento de mi amigo, antiguo compañero de clase, mi Mozart en las distancias literarias cortas. En la otra mano, tengo el libro que he empezado a leer. Mi mirada sostiene sus tetas. Mi deseo sostiene la posibilidad de que su mirada se transforme en pasos.

Ella sigue estudiándome. Y empiezo a perder la esperanza. Vuelvo a mi novela. Con esos personajes que uno siempre acaba adoptando como suyos.

Al cabo de un rato es su voz la que desplaza el silencio:

-¿Puedo preguntarte qué estás leyendo?

Como a mi voz le cuesta subirse al carro de mi deseo, levanto la cabeza con la esperanza de que sean mis ojos los que traduzcan… que sea mi mirada la que le comunique qué libro descansa cerrado sobre la mesa.

Su mano cruza por delante de mí. Rozando mi pelo, rozando mi hombro. Rozando.

Coge el libro y me dice que le encanta Henry Miller. Un personaje que amaba tanto los verbos como las mujeres. Que conjugaba tan bien y que conciliaba tan mal. O no conciliaba.

Mientras ella acaricia a Miller y pega su cuerpo a mí, bebo un poco de café. Me cercioro que no me queda más. No podré disimular mi mirada parapetándome, posando mis labios en la taza.

En estos momentos envidio al novelista norteamericano. Las manos de ella lo siguen aferrando. Proclama que acaba de convertirse en su novela favorita. Que se ha fijado en mí. Que cuando ve un hombre con un libro en la mano, le encanta meter las narices en su espacio y averiguar qué lee.
Y me parece estupendo. Que meta las narices aquí. Mi espacio, mi universo, que gravite cuanto quiera. Le digo que qué bien… que a partir de ahora vendré con un libro todos los viernes hasta que se queden sin café en Colombia. Me sorprendo de mi soltura. De mi atrevimiento. Pero es así cómo sucede. Serán los efectos de la cafeína, que me despiertan los instintos y los pone en primera línea de fuego.

Pregunta si me he fijado en la novela que está leyendo.

No.

Claro que no me he fijado en ningún libro. Mis ojos sólo han tenido ojos para sus ojos, para sus tetas, para su pelo, para sus manos. Y en sus manos no había nada. Por eso, creo, he vuelto a recorrer la geografía de su cuerpo. Las altiplanicies de su atlas. Es ahora cuando miro y me fijo. Y me concentro. Y veo que tiene un libro en la mano. Que un dedo está a modo de punto de lectura para no perder el hilo. El título queda oculto.
En un alarde de valentía, decidido, alargo mi mano que sin querer queriendo, acaricia la suya. Le pido que me deje ver. Y sí. Es el mismo libro que estoy leyendo. Los dos compartimos los mismos personajes, las mismas aventuras del americano en París y en los cuerpos de París.

Me insinúa que la invite a sentarse junto a mí. Claro. Mis funciones sicomotrices están aletargadas. Parezco descortés.

Pide un Gin tonic. Pido otro café.

Me pregunta si sólo tomo café. No me atrevo a preguntarle si sólo toma Gin tonic.
Como si me hubiera abandonado… como si ya no existiera su cuerpo, sólo la escucho. Hablamos de escritores malditos, de sus legados benditos. Obras que un día te resucitan al tercer capítulo. Que te sacan de tu letargo. Que hacen que tus penas sean nimiedades comparadas con los ajetreos de su no vida.
Eso sí, estamos de acuerdo que serían muy malditos y que disfrutaban de una existencia huérfana, pero que follaban como locos. Y que en eso, al menos yo, también me distingo. Bien… ni escribo, ni tengo tanta pena honda como para necesitar compartirla con un montón de lectores, ni follo lo suficiente como para hacer sentir envidia a una morena de pechos generosos como la que me regala ahora su sapiencia literaria.
Hablamos de los nuevos escritores, postulantes a malditos. Coetáneos que los imitan fructuosamente unas veces, y con mucha pena y ninguna gloria, otras.

Seguimos hablando largo y tendido. Largo y tendido, ella. Largo y rendido, yo. Repasamos los últimos éxitos. Otro Gin tonic. Otro café. Hablamos de música. Hablamos de cine. Hablamos de bares con encanto. Hablamos.

Los apóstoles de Baco abandonan el Santuario. Las gentes vuelven a sus casas. A sus trabajos nocturnos. A pasear sus mascotas, sus tristezas, sus monotonías. Nos quedamos solos. Las sillas se agolpan sobre las mesas y un camarero recoge los últimos restos de cigarros, papeles. La radio ha dejado de emitir. Sólo su voz. Sólo.

La voz de final de sesión hastiada de la camarera nos emplaza a que volvamos al día siguiente.

Salimos a la noche. Sus palabras suenan melosas. Pero melosas como las de las películas que uno acostumbra a ver los viernes, los sábados, los domingos, entre libro y libro, como esas voces femeninas que preceden a los jadeos:

-Si me acompañas a casa sólo puedo ofrecerte libros y café soluble. No tengo cafetera.

Ante semejante panorama no puedo decir que no. Obvio. Así que con lo que me gusta a mí el café soluble y los libros, nos dirigimos a su hogar, dulce y etílico hogar.

Al abrir la puerta penetro en un mueble bar. Botellas por todos sitios. Un gato arañando la soledad. Dándome la bienvenida.
Como por arte de magia blanca y hostelera, sale de la cocina con un café en la mano, un Gin algo en la otra. Bebe y deja de hablar. Me doy cuenta de que su voz ha enmudecido cuando me giro desde mi posición, frente a la estantería que contiene su librería. La veo tumbada en el sofá. La falda levantada. Los muslos desnudos. Me agacho a mirar más. Me olvido de los libros. Me acerco a sus pechos. A su boca. A sus muslos. Pero no hay nada que hacer. No. Duerme. Y, creo, creo, que ni un ejército de príncipes azules la despertaría. Harían falta muchos besos. Y los míos, acelerados, quemantes, no servirían.

De su estantería cojo prestado un libro de Miguel Delibes: Las Ratas. Empiezo a leerlo sentado a su lado. Mis manos pasean por las páginas del libro. Y mis manos pasean por sus muslos. Ella gime de sueño. Bosteza. Se despereza. Cambia de posición y no puedo seguir, justo cuando estaba a punto de bucear entre sus bragas. Nada que hacer. Mucho que leer.

Llego a la página cien del libro. Encendido. Con los ojos como platos y la polla a punto de morir de inanición.
Me levanto y decido marcharme. Enfadado. Contento. Rabioso. Tristemente, dolorosamente empalmado.

Como venganza, opto por llevarme el libro. Pienso que el próximo día que la vea en el bar se lo devolveré.

No hay próximo día.

La chica del bar me dice que no ha vuelto por allí. Me acerco hasta su casa. Tampoco hay rastro de ella. Miro en su buzón. Nada. Monto guardia. Me aburro pronto y vuelvo a la cafetería.
Sentado en el rincón de siempre, con los parroquianos de siempre, con las voces que salen de la radio, con mi libro, con mis sueños. Levantando la mirada, fijándola en el taburete donde ella estaba. Mi cabeza no consigue invocar su nombre. No sé si en algún momento me lo dijo.

De vez en cuando paso por delante de su piso. Miro hacia arriba. Mis pasos son lentos, casi procesionarios cuando me acerco a su portal. Acaricio con la mirada los nombres en los buzones. Y acaricio con el recuerdo la piel bajo su falda.

A veces, cuando la memoria caprichosa y recurrente me trae su cara, me acerco a mi pequeña biblioteca y cojo su libro prestado. Acaricio las tapas blandas y envejecidas. Paso las hojas rápido, dejando que el aire que levantan me deje su olor a tiempo vencido. Lo meto en mi maletín y vuelvo al bar, como siempre. Y con él encima de la mesa, al lado de los cafés, bañado por el humo de los cigarros, mis pensamientos me excitan y prenden mi recuerdo.

Han pasado los años.
Tengo mujer, dos niños, gato, perro que paseo para exiliarme de mi cotidianidad, cafetera de última generación, cientos de libros leídos y ninguno escrito. Un trabajo. Un amigo muerto. Una princesa dormida, insomne en mis sueños.

Y en días insensibles… vuelvo a esa taberna. Siempre con Las Ratas de Delibes, en la mano.
Me siento, apoyado en la barra, dándole la espalda al presente y mirando a los ojos al pasado.

-Un Gin tonic, por favor.

39 comentarios:

  1. Y ahora ¿siempre tomas gin tonic? ¿O eres él de los cafes?

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  2. Venganza, por?... Por dormirse excedida de alcohol? Por no desear follar?... Otro personaje cobarde, que no sabe esperar. ¿ Por qué no dormir juntos y continuar la mañana siguiente la conversación de la noche anterior ?. Solo sexo, solo libros, sólo...

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  3. tio haberle hecho unas fotos guarras tú que siempre llevas la cámara en el maletín! o con esos móviles güenos que gastas, un video o unas fotillos y ala, a forrarse en exnoviasguarras.com en la sección de tías que hacen "sleep" que no sé bien que es pero salen unas tías buenorras sobando que no veas!!!

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  4. ya ves, yo cada vez que veo a un hombre leyendo un libro, pienso que es interesante y no puedo evitar verle leer*

    tal vez ese amor estaba destinado a quedarse asi, en estanterias de libros, escritores malditos y personajes venideros*


    saludos*

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  5. Perdiste un "amor" y ganaste un libro... no es un buen cambio... la literatura está plagada de obras maestras, en el amor tienes suerte si encuentras uno que perdure.

    Como siempre, me encanta tu forma de escribir.

    Un saludo

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  6. Queridísimo Fante:

    Tu texto me recuerda que alguna vez, hace no mucho, alguien a quien quería se quedó con un libro mío. Y como ahora no es más que un vívido recuerdo, no me quedó más que decirle (pedirle) que se quedara con él, porque ya es más suyo que mío. Y me tomó la palabra. ¿Crees que haya hecho bien?
    No se asemeja al amor que tú perdiste, si es que lo consideras como eso. Pero a veces uno deja rastros en los otros, y qué mejor que un libro, ¿no crees?
    Qué ilusión que por fin hayas subido algo nuevo al blog. Yo sabía que tu regreso valdría la pena.

    Un Gin Tonic para mí también, y un beso para ti.

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  7. Esta noche te he prometido que te leería y así lo he hecho.Felicidades,cada vez me gusta más.Y lo de siempre,ya nos veremos...no?

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  8. Pienso que las cosas estan como se suponia deben estar... ni mas ni menos...
    lamento lo de tu amigo!
    Celebro tu familia y a tu perro por ser una via de escape a tu cotidianidad!
    Envidio el resultado de aquel encuentro (hay peores)... un libro es un buen recuerdo...Una buena excusa para recordar el perfume de un encuentro al oler sus paginas... al leer una historia fingida y escondida en un presente bizarro!!
    y sin mas ni mas... Felicidades!.... escribes deliciosamente... aunque aun... "tu tampoco eres interesante para mi"...
    Paz y muchos, muchos besos...

    Http://masdeunalemoine.blogspot.com

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  9. Desde ya... ¡¡Tienes una nueva seguidora!!
    Mil gracias por tu comentario en mi blog ¡que ilusión me ha hecho! (es un blog pequeñito y no tiene muchos seguidores que digamos, pero, eso sí, los que tiene son de calidad jeje)

    Me encanta lo que escribes y como lo escribes, no sé porqué ocurre pero sé que hay gente que tiene "un don", el de transmitir miles de emociones en sus textos, tú eres de esos privilegiados que lo tienen :D ...Yo voy a seguir buscándolo, a lo mejor algún día lo encuentro y escribo parecido a como lo haces tú XD

    ...lástima que hoy no pueda seguir investigando más por aquí, me voy de vacaciones (q ya toca playita y descanso este año jeje)
    a la vuelta, creo q pasaré tiempo "buceando" por este blog

    Lo dicho, ¡gracias!

    Como regalito...aunque viendo tus gustos (muy parecidos a los míos) es muy probable que lo conozcas ya, pero por si acaso, otro con "don" ANDRÉS LEWIN! y su blog...puff impresionante lo que escribe, por si te quieres pasar: http://lanceunamandarina.blogspot.com/

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  10. Gracias. No por tu comentario -que también-, gracias por esto. Ahora yo no quiero escribir, ahora necesito leer. Quiero dejar de sentirme "protagonista" y pasar a ser espectadora. Gracias de nuevo y bienvenido a mi mundo.

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  11. Claro! soy la misma persona.... gracias por visitar mi blog...
    y lo de tutampocoeresinteresanteparami fue un sarcasmo... un humor negro digamos...
    besos, tambien te seguire, lo habras notado en mi blog. ;)

    http://masdeunalemoine.blogspot.com

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  12. Impresionante la historia, aunque si te soy sincera yo habría sido más partidaria de quedarme a dormir para seguir hablando de libros unas horas más o las que hiciesen falta...

    Pero como ya te han dicho, al menos has ganado un libro. Un libro que te hará recordar esta historia cada vez que lo encuentres perdido en la estantería.

    Seguiré leyendo tu blog, que cada vez me parece más y más interesante.

    Saludos!

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  13. un libro a cambio de un polvo? vamos, ni por una Enciclopedia Salvat cambiaba yo eso! Ni por todo el Círculo de Lectores!!! donde se ponga el sudor, el olor, los ruiditos, el sabor, los gemidos, los vaivenes... Anda, anda. Me vuelvo al sofá!!!

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  14. Anda, anda, vuélvete al sofá, será mejor...Hay libros que dan mucho más placer que un polvo, y son más duraderos, eso seguro. Que te dan placer página a página. Que te abren mundos de fantasía que nunca hubieras imaginado. Que están llenos de sensualidad. Búscalos...

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  15. Estoy de acuerdo con el "anónimo" anterior... Hay libros que dan sin pedir nada a cambio. Y el placer puede ser similar al de un buen polvo. Seguro. Con las canciones sucede lo mismo, porque hay canciones que dan "MIEDO" y otras que dan placer.
    La sensualidad está impresa en las páginas, unas veces. En las canciones, otras...

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  16. Veo que todavía coincidimos Fante. Tú ja m'entens...

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  17. Un primer anónimo se ha dejado media frase... o la ha dejado para que pueda seguir un segundo anónimo... En fin, no sé... Creo que algo falta. O falla.

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  18. Qué alegría encontrar otro relato. Deliciosa mezcla de Millás y Sabina. Porque seguro que es ella, que moría de ganas querido de verte otra vez, quien pide el gintonic del final.
    Llaman la atención por igual alguien que lee y alguien que toma un gintonic de media tarde, ¿cómo no encontrarse?
    Respecto a los anónimos, fallan la segunda y tercera persona: yo creo, tú creas, ella crea,…
    Creo los relatos que creas. Y me encantan. Gracias.

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  19. hola Mario,me alegra mucho encontrar relatos nuevos, cada dia escribes mejor,y me alegro por ello,espero qu tengas suerte y puedas hacer todo lo que tu quieres
    yo creo en ti,un besito

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  20. Lo que yo creo es que al que menos gustas es a ti mismo…y que esta historia está incompleta porque has callado lo mejor…

    Te recomendaré u par de libros…porque algunos de los que paseamos por aquí sabemos lo bien que tú escribes… cuando quieres..

    porque encantar tú me encantas… pero ya sabes

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  21. libros que dan más placer que un polvo? como no sea una colección completa de private's encuadernada en lomos de cuero negro... vosotros seguid leyendo libros que os vais a volver como el Quijote, lelos perdíos!!! sólo las anorgásmicas dicen eso!!! me vuelvo al sofá que sale Pilar Rubio!!! Eso si es un buen libro, menudas dos páginas tiene delante!!!!

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  22. Acabo de conseguir un libro de Henry Miller. Contagias tanto que ahora necesito un café y un gintonic.

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  23. Los libros sientan bien...como un postre después de una buena comida...porque masticar,morder y sorber...

    Después dormir con el olor de las hojas de un libro sobre mis pechos

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  24. Mientras te leo comienzo a sentir un terrible dolor de cabeza, espera que voy a por un calmante. Perdona neng pero es que me acabo de romper la nariz, otra vez, y me cuesta respirar… bueno, bueno, centrémonos, me encanta esta historia, he igual que las otras reflejan parte de tu personalidad; el café, el gato, los bares, los libros, las tetas, ir empalmado… bueno, bueno, lo que te digo, me encanta.

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  25. Buenooooooooo que cosas te pasan, o que cosas te gustaria que te pasaran o que cosas has soñado… de todo lo que llevo leido, sinceramente, es la historia que menos me ha cautivado… leer las ratas de Delibes, empalmado??? … ne c’est p

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  26. estoy con una amiga silenciada en lo que te a dicho de estar leyendo a delibes y cachondo perdido. Que fuerte me a parecido,
    aunque por otra parte te digo que somos libres para hacer lo que nos de la gana pero decirlo aqui publicamente es lo que me parece fuerte

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  27. Muy interesante el relato.

    Ya sabes que paso por aquí a menudo, aunque no siempre deje huellas y lo haga a mi manera, caótica, sin seguir un orden.

    Un saludo y gracias por leerme y dejarme tus palabras, tan bonitas, en mi blog

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  28. porque has quitado la contestacion que me habias
    escrito? Como tu eres el que maneja esto. Primero escribes luego borras y luego que?
    No entendi que me contestaste que si me leyera el periodico o el catecismo ?????
    Lo que te quise decir que opinaba con una amiga silenciada y que no veo fino ni elegante leer a Delibes cachondo perdido

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  29. he leido tu relato he releido tu relato, las dos ultimas historias un espejo, me encanto poder leer y sentir a traves de cada lado del espejo como se sienten como se desean y como no llega el momento, lei los comentarios, estoy de acuerdo reflejan todo de ti, tus cafes, tus gatos, tus bares y lo demas pues supongo tambien, me ha recordado mucho a sabina y como lo mio son las canciones te contare una curiosidad aunque imagino ya la sabes, la cancion de sabina "y nos dieron las diez" y la de "ojos de gata"de enrique urquijo, igualmente dos versiones del espejo diferentes finales para la misma cancion, y como dijo sabina a veces enrique resulta demasiado triste incluso para el mismo sabina... en eso tambien se refleja como eres tu... siempre finales tristes, siempre vasos de cafe vacios pero lleno de literatura...
    te dejo el enlace para que te deleites con las canciones tal como te deleitas con los libros, un beso muy grande mario, hace tiempo que ya no se de ti... igual me preparas un final triste... y descubra despues de un tiempo que no habia nadie detras de la barra del otro verano...
    un beso mario mil besos
    sin duda el escrito que mas me ha gustado de todos los que tienes...
    ahi el enlace
    http://www.hipersonica.com/personajes/ojos-de-gata-y-nos-dieron-las-diez-curiosidad-musical

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  30. Ponme otro, por favor.

    (Te enlazo, escribes bien, bien!)

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  31. Hola MARIO!!!!

    Me gusta leer que reconoces esos sentimientos que en ocasiones nos atormentan el alma al sentirlos, pero que inexorablemente la mejor forma de intentar disiparlos, tal vez sea el reconocerlos, eso, te honra....

    Tu atracción por el sexo femenino, tb queda suficientemente patente en tus escritos....

    A ver, mis comentarios en ocasiones, no son lo que uno espera, voy desgranando poco a poco el relato, leo, releo y subrayo, y empiezo mi particular comentario de texto....

    Continúo....

    Vengo observando, que tus sentidos son como la tinta para tu pluma...el TACTO (libro, movil), el OÍDO (la triste noticia ), la VISTA ( esos pechos preciosos)...y siempre unido a tus letras , casi inherente DESEO, esa alquimia sensual, acaricia muy bien tus historias dándoles un singular color....El roce de su estela sobre ti, la voz de la dama casi en tu oído...verbo y mujeres, que envidias al americano??...para nada, mírate!!!...no es la cafeína, eres tú y tu deseo animal que sale de la misma manera que sale el hombre erudito que hay en ti...

    Esa tarde deja de sonar la radio y empieza a sonar ese inaudible sonido sexual en el cuerpo de ambos, la pasión empieza a desbordarte, no es la cafeína , reitero, son tus ganas, tu deseo, tu fantasia hacia esa mujer morena de tetas difíciles de plagiar, son sus muslos , son sus bragas que te invitan a tocar, a sentir, su estado de letargo, tal vez por los gin, producen en ti de nuevo un torrente de emociones endiabladamente contenidas, pero muy bien , de nuevo reconocidas, son tus ganas de follar,tus ojos como platos y dolorosamente empalmado, te vas con las RATAS en la mano....esta parte, debo reconocer, que me has excitado....

    De nuevo los sentidos, aparecen en tu historia...el olor...mmmm...que poder tiene el olor...

    Pero tu vida continúa, como la de tantos, tu cotidianidad, tu mujer, tus hijos, tu perro y esa princesa dormida en tu recuerdo, acariciando su piel bajo su falda, masturbandote , sigues con su recuerdo, si Delibes supiera, que al escribir ese libro, en elgún lugar, en algún momento, quizá en un bar, hay un hombre que acariciando LAS RATAS , aún sueña con la morena de tetas preciosas, mientras pide un gin tonic y deja la vida pasr....

    EXCELENTE....

    Un beso ...sobran las palbras y tb me sobran los motivos....

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  32. Son los sueños no vividos, lo que nos animan a seguir soñando.

    Son sus espléndidos relatos, los que me animan a seguir leyendole.

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  33. Bueno, como siempre voy leyendo a destiempo y en forma inversa. Ahora puedo decir al menos que las dos historias se enredan y mezclan en cualquier orden y es así como he podido de todas formas disfrutarlas individualmente y sin faltantes.
    Como siempre una muy buena historia singular y muchas tetas.
    Un abrazo

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  34. El més important del teu escrit saps quin és?, que has aconseguit posar-me calent imaginant-me les peres d'aquella dona. O potser el més important era el llibre que llegieu ?. Uiss, ara no ho sé.

    La pèrdua de teu amic, és important. Una abraçada. ;-)

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