martes, 14 de abril de 2009

EL TALLER DE ESCRITURA



Mi abuela odiaba los gatos. Pero tenía gatos en casa porque lo que más odiaba en la vida era ver pasar por delante de la chimenea un ratón. Un ratón de campo. Un ratón de ésos que ni muerden, ni se meriendan a las viejas que les temen. Un ratón de ésos grises, pequeños siempre, a los que los dibujantes retratan con carboncillo, pero elegantes. Ratones siempre sonrientes. Ratones siempre prestos a no hacer otra cosa que pasear, vivir y comer de todo menos queso. Animales diminutos, roedores de campo y de sueños.
Así que la familia de ese ratón se paseaba de día y de noche, al amanecer y cuando declinaba el día por delante de la chimenea. Daba igual el número de gente congregada al calor del hogar. El ratón uno, el ratón dos, y así sucesivamente… una familia entera de ratones, siempre por separado, se acercaban buscando el calor de la leña, los trocitos de madera que eran indultados por las llamas. Nunca supe qué hacían con esas ramitas, nunca. Porque si hubiera sido una paloma, o un pájaro, o cualquier ave, sí… pero un ratón no hace un nido como si se tratara de un pajarillo, decía también mi abuela. El calor aletarga. Más el calor de la madera que arde. Ese calor nos sumía en un duermevela infinito. Los sueños, incluso, nos visitaban sin quemarse y sin quemarnos. Eran sueños anodinos. Livianos. Era entonces, y así entonces lo creía cuando el ratón y la familia del ratón que empezó este relato se paseaba impune por delante de nuestras narices. Nuestros cuerpos no reaccionaban. Y mi abuela no acertaba a atizarle con la herramienta con la que removía los troncos que ardían, cuando abría los ojos y se encontraba a Pérez robándole la tranquilidad coronaria. Conocían nuestros duermevelas y los aprovechaban.

Mi abuela odiaba los gatos. Y mi abuela odiaba los ratones casi por igual. Casi. Porque al menos, el odio hacia los felinos domésticos no se tornaba en repugnancia. Así que se hizo con los favores gatunos de dos gatas. Dos gatas que no comían ratones, visto el resultado. Y dos gatas porque no quería una pareja. No quería descendencia. No mientras ellas fueran jóvenes y los ratones vulnerables a sus garras.
Pero el celo gatuno es el celo gatuno. Es el padre, la madre, la máxima expresión del celo animal. Y las gatas paseaban sus ardores por los tejados. Pasaban de los ratones. Pasaban del hogar y pasaban de mi abuela. Ella no las quería, ellas no la querían. Pero no pasaban de los machos que acechaban y esperaban la hora del paseo. La hora en la que el celo las encendía tanto o más que el fuego que crepitaba y daba calor a hombres y ratones.

Yo ni odiaba a los ratones, ni a los gatos, ni a ningún bicho viviente. Tampoco a personas vivientes. Qué va… Y me hice muy amigo de una de las gatas sin nombre. Decía mi abuela que no tenían nombre, sólo oficio. Y que no era el oficio de ver ni oír llover, ni de tomar el sol en los tejados. Su oficio era el de cazadoras a sueldo. Si cazaban, se comían el premio. Si no, dependían de mí para alimentarse. De mi piedad, que existía. Engordaban.
Montaba guardia frente a la chimenea. Y cuando notaba que mi abuela cabeceaba, cuando el sueño cargado de sueños sin roedores la visitaba… me levantaba y le daba de comer lo que fuera, lo que encontrara en la nevera, a las dos gatas blancas. Me miraban con camaradería. Y las trataba con familiaridad. Ellas comían todo tipo de embutidos, carnes pescados y cualquiera de los manjares que esperaban en la nevera de los humanos para ser devorados. Lo hacía con cuidado. Les restaba el apetito y ellas, a cambio, pasaban de los ratones. Cuando los veían asomar, que eran pocas las veces, los seguían con la mirada. Jugaban al gato y a al ratón. Sólo jugaban, sin más… No eran juegos sangrientos porque estaban ahítas de comida. No podían más… sólo les apetecía descansar y dar rienda suelta a sus ardores guerreros en compañía de unos machos altivos y elegantes, y tan guerreros también.
Así que las gatas sólo comían, dormían y comían y dormían. Y cuando crecieron aprendieron a amar como animales, que es como se ama de verdad. Nunca a cazar que es como no se ama nunca. Nunca. Jamás vi a ninguna de las dos con rabito diminuto, peludo y gris asomando por sus mandíbulas. Y sí las vi con una rodaja de mortadela, o bebiendo leche, o comiendo yogures, o dando buena cuenta de las sobras de un guiso. Con tanto alimento sólo les quedaba sucumbir al cansancio de saberse alimentadas a cambio da nada. Una nada tan cotidiana como la cotidianidad de los paseos de los ratones. Ellos siguieron con nosotros. Ellas, también.

Al cabo de algunos meses, cuando calentaba más el tiempo que la chimenea… y por lo tanto, el paseo ratonil bajó en asiduidad, una de las gatas engordó. Cada vez más gorda, decía yo. Cada vez más preñada, musitaba y musicaba y gruñía, mi abuela. Me enteré que iba a tener hijos. Hijos, según yo, gatos, coño más gatos, según mi abuela. Y así pasaron más semanas. Yo no dejaba de acariciarla, de desplegar sobre ella un concierto de lenguaje de signos, un concierto de manos y de palabras afables. Ronroneaba hasta quedarse sumida en el limbo de los sueños gatunos, que también existe. Sueños de familia y de futuro. Sí.

Punto.

Nunca escribo. O casi nunca. Porque siempre hay un casi. Un casi para cada ocasión. Una obra incompleta, un cuento inconcluso. Y hasta una historia sobre ratones y hombres que no termina quien debería terminarla: Yo. Quedará ahí, en el baúl de los recuerdos sin contar. Porque justo cuando estaba a punto de seguir con las idas y venidas de mis gatas y de mis ratones, ha venido mi mejor amigo.
Y cuando uno tiene un mejor amigo, le deja hacer, o le hace partícipe de lo que está escribiendo. Y así ha sucedido.
Ha estado un rato leyendo. Ha estado un rato dilucidando qué decirme para no herirme. Ha pensado, luego durante un rato, ha existido. Al menos…

- ¡Qué coño has escrito!
- ¿Qué coño has escrito?

Afirmación exclamación. Interrogación que quiere crecer y convertirse en una afirmación con todas las de la ley.

- Vamos a ver… tenía que contar una historia. Ella, sus amigos, ellos, los amigos de ella, quieren una historia. Quieren un cuento. Quieren una tarjeta de presentación.
- Joder, no entiendo nada… Y cuando digo nada, es na de na.

Al final, o al principio del final, le he contado que voy a participar en un taller literario. O similar. O literario, sin similación. Que nunca lo he hecho y que ya va siendo hora de ponerme manos a la obra, o verbo a la obra, o lo que sea. Pero que tengo que escribir de una vez por todas, o de todo, algo, alguna vez…
Así que quería llevar a mis gatas y a mis ratones a un taller literario.

- Y a tu abuela, y a tu abuelo, y a la chimenea, no te olvides… Me indicó cínico, mi amigo. Y siguió:
- Madre mía, con lo que has sido leyendo, con las historias que has vivido… y sólo se te ocurre escribir la seudo biografía de las gatas sobre el tejado y la del Ratatuille invisible. Si Fante levantara la cabeza, o el Bukowski ese. Madre mía… ¿te ha dado un aire o te has indigestado con palabras para no dormir?. O te has vuelto tonto… Por cierto… ¿un taller?
- Sí, un taller de literatura… Y amén de tu por cierto… no soy tonto. No a raíz de lo del taller, no.
Se quedó pensativo, otra vez. Miró en varias direcciones. Buscaba una respuesta a una pregunta no formulada. Nadaba en la duda… Y volvió a la carga:
- Hmmm, ¿desde cuándo tienen los cuentos que pasar la ITV?
- A veces, ya ves, hace falta cambiarle el aceite a los verbos. Darles un repaso y ponerlos a punto… Mis metáforas estaban oxidadas. Bueno, no estaban. Ahora están… y ya buscan el consuelo, el desconsuelo, el concierto o el desconcierto de otros verbos amigos, de otras palabras desnudas y cercanas, de otras ideas versadas.
- Madre mía, estás inspiradito… eh… En fin… ¿un café?

Al final, otra vez, porque siempre hay un final y siempre hay un casi, tomamos café. Porque siempre hay un café antes, durante y después.

Mi amigo se ha ido hace poco.

Ahora sólo se me ocurre escribir sobre no sé qué. Está claro que no voy a continuar ejerciendo de cuentero mayor, como diría Filisberto Hernández. Ahí quedan mis felinas y mis roedores. Y aquí, otro yo.

Siempre he llorado mucho. He llorado por nada. Y cuando no he tenido por qué llorar, he llorado por no tener un motivo.
Siempre he follado por nada. Y cuando no he podido follar, he llorado.
Siempre he leído por nada. Y cuando no he tenido qué leer, he follado . Y si no he podido follar, he llorado y he vuelto a leer, o peor, releer. Que es lo que ha ocurrido, lo que ocurre la mayor parte del tiempo presente. Porque el pasado se diluye, como el hielo en la bebida sabiniana. Y porque el futuro no acaba de llegar. Así que no cuento con él.

Me he pasado media vida leyendo y llorando. Y un poco de lo otro. Sólo un poco. Sólo espero ser la reencarnación de un tipo que en su vida, otrora, se haya hartado de reír y de follar. Y de leer, el periódico al menos. Ser la reencarnación penitente de un tipo que ha pecado por exceso, por defectos… Así que me ha tocado ser bueno, y sólo toco la bebida que me traen los literatos, usada para recargar el tambor de la pistola que escupe sus verbos envenenados y borrachos y felices.

Yo leo, luego existo. Y existo porque ni dejo de leer, ni dejo de vivir con verbos furtivos que me visitan, que me tocan el hombro… que me hacen olvidar el hambre carnal. Un buen verbo es como un buen cuerpo. Se deja tocar y toca. Luego todo existe. Luego, luego… después de luego… No sé si leo desde que tengo uso de razón, o tengo uso de razón desde que leo.
Me pasa más o menos lo mismo con lo del goce supremo, con el razonamiento erotizado y sus usos. Pero no sé si sexualizo desde que tengo uso de razón, o no uso la razón para otra cosa que no sea para perpetuarme en mis deseos y en mis fantasías. Porque al fin y al cabo, porque al principio y al cabo, cada libro es un orgasmo, un grito, una risa, un llanto, una canción, una película, una satisfacción en grado suma y sigue…

A veces me quedo dormido con el libro encima. Preferiría un cuerpo, encima. Pero suele ser un libro abierto de par en par. Preferiría otra apertura. Pero suele ser la de un prólogo que teje el tapiz de mis noches. Que nace, que crece, que se reproduce en mis sueños, y que muere cuando abro los ojos, cierro el libro, y enciendo mi día. Entonces es cuando vivo, y busco un lugar donde acomodarme. Donde pueda existir en paz. Pensando que un día, hace ya, me prometí escribir y que nunca he cumplido. Que ya lo hacen otros. Como otras cosas. Casi todos hacen de todo, menos yo. Que les leo con pasión y devoción, que es una forma de mirarles a los ojos y agradecerles sus principios y sus finales, y sus victorias sobre la palabra precisa, la metáfora educada, el número elegante, que lo hay…

Después de esto, la nada cotidiana de Z. Valdés. Y después de la literaria no existencia de Zoé Valdés, la no existencia literaria mía. Necesitaré conciliar el sueño, y los sueños, a golpe de capítulos, porque no encontraré la paz literaria ni rebuscando, ni andando, ni yéndome de cafés con los personajes que yo cree. No verán la luz. Y yo, sin embargo, seré el perfecto cicerone para los otros. Los que llamen a la puerta de mi necesidad lectora. Les acompañaré, les mostraré el camino que conduce a una paz eterna. Una paz que se sostiene en el final de cada historia novelada. Y cerraré los ojos, como ahora… Punto.


MARIO CASTILLO ROS

11 comentarios:

  1. Hola, Mario!!! La verdad es que cada día escribes mejor y cada día me gusta más. Tú sigue así que algún día el mundo reconocerá tu valía. Hablamos de ello mañana si nos vemos. Me has emocionado mucho, en serio, me gustan mucho tus historias. Te quiero mucho, amigo-hermano!!!!

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  2. hola Mario,no sabes quien soi, pero yo si se quien eres tu.una persona maravillosa.me haces vibrar con tus historias,no se si son vivencias tuyas,pero muy humanas si son.espero algun dia leer algo sobre nuestras vivencias.no cambies nunca, amigo

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  3. Casi ronroneo de gusto con el relato... me ha gustado , todo lo que sale de la memoria infantil asociada a momentos con los abuelos es imprescindible revivirlo y revivarlo como el fuego, para no olvidar jamás de donde venimos...
    La simbiosis de tus historias, con historias propias, parecidas, me asombra, me conmueve, me emociona...

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  4. A pesar de las altas horas de la madrugada que eran me leí este relato, y me encantó.

    Como tengo tan mala memoria me dejo aquí apuntado un guión de tres puntos sobre él:

    -Dos en uno
    -El punto
    -Mi sexo como un libro

    Imagino que volveremos a tener ocasión de charlar.

    Justine.

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  5. A pesar de las altas horas de la madrugada me leí este relato, y me encantó.

    Como tengo tan mala cabeza me dejo aquí apuntados tres puntos a modo de guión.

    -Dos en uno
    -El punto
    -Como un libro

    Imagino que volveremos a tener ocasión de charlar.

    Justine.

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  6. Dulce relato el de los gatos... y... uántos gatitos tuvo esa gata...? jaja
    Muy bueno... me gustó...!!

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  7. Comentario para Noah.
    Comentario al texto: CAVILANDO

    También dicen los científicos de tres al cuarto, o pelo y medio, que la capa de ozono estará totalmente total, ay... para el 2050. Que sí, que el agujerito era de tomo y lomo. Que cabían varias naves espaciales entre sus labios oscuros cada vez que le llevaban potajes y brebajes a los que se hospedan en la estación espacial internacional, más allá de Orión, que cantaría Serrano. Ahí es nada...
    Antes, erre que erre con que no matásemos mosquitos con matamosquitos de bote, que lo hiciéramos más ecológico, dando manotazos a diestro y a los siniestros tigres alados que aturden y aburren sin aburrirse en los meses estivales. Que mejor en bici que en coche, y andar a buen paso en una zona exenta de escaparates, antes que la bici... Y el catecismo socialista de este País, me revela, durante mi café, hace un rato, que el agujero ya está reparado, o casi. Que la cosa, aunque negra, no tizna. Qué bien, seguiré mirando al cielo de las canciones "Huecas".

    Dicen que los polos se derriten. Que no hay remedio a esta ecuación sin solución. Que la catástrofe se cierne sobre nosotros... Digo yo, y el agricultor que me encontré recogiendo los últimos tomates de la temporada en Sant Celoni, que serán los Dráculas helados y afrutados, que venden en las tiendas en packs de cinco, los que se chuchurren si no llegas a tu casa, nevera, en menos de diez minutos. Porque cada vez que nos llega la noticia de que un iceberg se descoyunta, abandona tierra-agua, continente firme y vaga campante en busca de su Titanic particular por esos Árticos de dios, nos entra un no sé qué , qué se yo... El acojone de verdad, la noticia de la guadaña. La cosa está que arde, bueno, el hielo quema, ¿no?
    Pero después de una nevada, arrecian las otras noticias, y todo se posterga, hasta los malos, malísimos augurios...

    Dicen que la reforma laboral de Zapatero, huy, perdón, esto no va aquí...

    Dicen que el amor está en venta, a la vuelta de la esquina. Que se subastan amores, en EBay. Dice el amante de los monstruos que los amantes pasarán de la suplencia a la titularidad en un abrir y cerrar de ojos. En un abrir, o sea. Y que si hacemos caso del cojo cantautor que ayer nos dejó antes de que dieran las diez por el bulevar de los sueños rotos, es mejor que la gente, para perpetuarse en el amor y en la especie, ame como ODIAN los amantes.

    En fin, que gracias por tu peregrinaje por mis textos, otra vez, dos veces...

    Un abrazo.

    Mario

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  8. Esta romeria por tus relatos, es un placer.

    Tu comentario, un universo de destreza literaria.

    Gracias Mario.

    Una sonrisa para ti.

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  9. Este relato, con intermedio.
    este cuento cansado de no acabar
    este valle de fábricas de tristeza,
    esta espuma de certeza,
    esta colmena sin miel.

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  10. Gats, iaies, llars de foc, llibres, sexe, sol·litud, tristesa, amor....Que gran i curta que és la vida. M'he imaginat la llar de foc de la teva àvia. I ara em posaria davant d'una llar a follar, però no la tinc, i a més he d'anar a treballar. Salut amic.

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  11. Vengo hasta aquí, los orígenes, tal y como dicen de mí.. A destiempo, contratiempo y .. Mirando atrás.
    Me ha gustado tu comienzo. Podría decir muchas cosas pero creo que una lo resume... Te sigo... Tu estela, leyendo.

    Mi abraz✴
    Pd- dicen que uno puede olvidar un nombre, un lugar etc pero no cómo le hizo/hicieron sentir... Volver a los orígenes... Volar.

    Gracias

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